Desde el primer momento siempre hemos preferido las relaciones duraderas a las ocasionales. Quizás sea por eso que siempre nos halamos movido en un ambiente de relación más intimista tanto en las formas de conocer a la gente como en la manera de relacionarnos con la misma.
Nuestra manera de sentir este mundo nos lleva necesariamente a una manera de vivirlo en que el sexo ocasional poco o nada tiene que ver con lo que damos y lo que encontramos.
Recuerdo la primera vez que Gloria y yo hicimos el amor; cómo esa noche mágica, tanto tiempo deseada por ambos, llegó al fin y como nos abrazamos y nos besamos y nos acariciamos durante horas en prolongados orgasmos y jadeos, entre los cuales, no conseguí tener, ni por un momento , una erección que me permitiese penetrarla una y otra vez como yo deseaba.
Aunque fue una noche apasionada y única bajo las estrellas, para nuestra alegría y gozo posterior, aquello no volvió a ocurrir.
Al igual que nuestra relación y disfrute se ha ido perfeccionando con el tiempo así ocurre también en las relaciones con otra parejas, chicos o chicas. Son muchas las cosas que pueden afectar los primeros encuentros, hasta el propio deseo incontenido de realizarlo puede jugar en contra de si mismo y mediatizar el resultado de una primera ocasión.
A medida que ganas en confianza con la gente se acercan los instintos y las caricias se vuelven precisas y oportunas, los juegos más sabrosos y confiados y todo comienza a desarrollarse de una forma tan natural que apenas hacen falta palabras.
En nuestra vida , afortunadamente, generalmente gozamos de esa intensidad de las relaciones amigas.
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