Nuestra manera de sentir este mundo nos lleva necesariamente a una manera de vivirlo en que el sexo ocasional poco o nada tiene que ver con lo que damos y lo que encontramos.
Recuerdo la primera vez que Gloria y yo hicimos el amor; cómo esa noche mágica, tanto tiempo deseada por ambos, llegó al fin y como nos abrazamos y nos besamos y nos acariciamos durante horas en prolongados orgasmos y jadeos, entre los cuales, no conseguí tener, ni por un momento , una erección que me permitiese penetrarla una y otra vez como yo deseaba.
Aunque fue una noche apasionada y única bajo las estrellas, para nuestra alegría y gozo posterior, aquello no volvió a ocurrir.
A medida que ganas en confianza con la gente se acercan los instintos y las caricias se vuelven precisas y oportunas, los juegos más sabrosos y confiados y todo comienza a desarrollarse de una forma tan natural que apenas hacen falta palabras.
En nuestra vida , afortunadamente, generalmente gozamos de esa intensidad de las relaciones amigas.
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