viernes, 26 de octubre de 2012

Naturalidad (parte I)


Naturalidad: En el momento en que la sexualidad compartida se convierte en algo tan natural como la piel, en que no tienes que pensar lo que haces o vas a hacer ni tienes que consultarlo o advertirlo porque te intuyen e intuyes, porque eres capaz de hablar y comprender sexualmente como si fuese tu lengua materna y cada caricia o cada gesto es dado o recibido como si tuviera que estar necesariamente allí y en ese momento. 
Lo cierto es que en nuestra vida siempre hemos dejado poco espacio al artificio y en nuestras relaciones sexuales propias así como con los demás nos pasa lo mismo. Para nosotros la naturalidad es el mejor camino hacia el placer.
Cuando las cosas van por buen camino todo acaba saliendo.
Las caricias , la excitación, el ambiente que se crea en el juego... todo conduce a esas situaciones tantas veces imaginadas y deseadas como la conclusión natural de una suma perfecta.
Cuando el sexo y la sensualidad se encuentran impregnados en la piel no hace falta conducirlo a lo que debe hacer, el solo es capaz de ir descubriéndolo y mostrando el camino a uno mismo y a los demás y entonces, simplemente, es perfecto.
Para que se dé esta naturalidad es muy importante que no exista tensión y esto, que es tan normal en una pareja entre si, suele ser algo más complicado cuando intervienen más personas.
El mecanismo iniciador de esa naturalidad es el deseo y este puede ser desigual dentro de una relación entre varios no solo por la diferente atracción que se puede producir entre unos y otros sino también por las diferentes formas de ser, los diferentes “tempos” , la mayor o menor facilidad para desinhibirse...
Algo tan evidente en nuestras relaciones sexuales de pareja como es el fomentar un deseo equilibrado entre ambos (preliminares y seducción) suele ser , sin embargo, olvidado a menudo en las relaciones a tres, a cuatro o a más.
Frecuentemente damos por hecho que la excitación y el deseo que sentimos nosotros es compartido y sentido exactamente por igual en todos y, diluyéndose la responsabilidad entre varios, podemos no llegar siquiera a percibir que alguien no está en la disposición idónea de avanzar, precipitando así sus tiempos y sus momentos y llegando a provocar un bloqueo.
Por ello es muy importante que la pareja perciba a su compañero en todo momento siendo esa necesidad de percepción diferente entre cada pareja pero casi nunca inexistente.
La relación sexual compartida siempre ha de ser generosa y nunca egoísta porque es precisamente en el dar y el entregarnos donde encontramos el mayor sentido y placer a nuestros juegos.
Cuando alcanzamos esa naturalidad todo empieza a funcionar por si mismo. La relajación y la sensualidad invaden nuestros rincones y las cosas comienzan a surgir sin proponérnoslo, ofreciéndose al alcance de nuestras manos y nuestros instintos.
Pero lo que en una relación de pareja es tan normal porque las situaciones surgen en cada momento de la convivencia, en un encuentro compartido son muchos los inconvenientes y los factores que están presentes para poner trabas a esta forma de desarrollarse naturalmente el encuentro y por ello es importante poner un especial cuidado en solventarlos.
Los preliminares, si ya son importantes en una relación a dos, cobran una especial relevancia en una relación compartida que parte de la base de la “premeditación” , sabemos desde el primer momento que vamos a follar, para eso hemos quedado, ese es el objetivo y fin último de nuestro encuentro y damos por sentado que ese hecho es suficiente para ponernos a todos en situación abandonando a menudo el camino de la seducción que nos conduce a ello y precipitándonos, de forma torpe, en un encuentro sexual que pudiendo ser apasionante, convertimos en algo frío e insulso.
Cuando nos relacionamos con terceros pretendemos en mayor o menor medida conseguir un más allá en nuestras relaciones sexuales y “follar por follar” no suele reportarnos, a la postre, una gran satisfacción personal ni como pareja.
Existen cuatro grandes enemigos de la naturalidad como son; las reglas, los límites , los roles y las obsesiones.
Esto no quiere decir que no exista un marco establecido en el cual desenvolverse, es evidente que si a alguien no le gusta una determinada práctica sexual los demás deben estar en conocimiento de ello o que no formen parte del juego escenas donde la asunción de papeles sea necesaria pero si establecemos estas de antemano puede no funcionar mientras que si dejamos que surjan en el devenir de la ventura obtendremos el máximo esplendor de las mismas ya que , además, nos irán sorprendiendo y añadiendo nuevos matices de deseo a nuestro juego sexual.
Las obsesiones suelen ser un cáncer que impide cualquier disfrute de la relación. Cuando alguien se empeña en que necesariamente se ha de practicar tal o cual cosa o que los acontecimientos se han de producir en unas formas establecidas todo lo demás se vuelve casi inexistente y suele ocurrir que la falta de disfrute en lo uno impida concluir en lo otro.
Las reglas son el máximo enemigo de esta necesaria naturalidad. No besamos..., cada uno empezamos de tal manera...
Estas reglas suelen obedecer además a nuestras propias inseguridades y miedos más que a nuestras apetencias y deseos dándonos la falsa sensación de mantener un control sobre lo que nos permitimos sentir y experimentar y sobre lo que exponemos y arriesgamos en el juego.
Al igual que el jugador que juega con límite se siente falsamente a salvo de la ludopatía o que el bebedor social se siente a salvo del alcoholismo, las reglas que a menudo se establecen parecen mantener a salvo los sentimientos , la implicación y los riesgos de la relación sin comprender que la única forma de hacer esto es saber lo que se tiene y lo que existe y ser conscientes de por qué hacemos las cosas.
Cualquier posibilidad de un comportamiento sexual espontáneo queda anulada cuando este se normaliza y se acota.
Cuando practicamos sexo entre nosotros no nos levantamos de la mesa tras la cena y decimos … “venga, vamos a la habitación que ya toca” sino que nos seducimos ampliamente durante la cena y llegamos al lecho desnudándonos.
Cuando nos acariciamos no nos pedimos con palabras sino que nuestra piel grita lo que deseamos y necesitamos y nuestros cuerpos se estremecen al recibir la respuesta de sus caricias y nuestras manos y nuestros labios y cada centímetro de nuestra carne pregunta entre silencios nuevamente.
Esta es la forma en que siempre llegamos a todo lo que podamos desear aunque ni siquiera lo hayamos imaginado antes.

domingo, 14 de octubre de 2012

Fotografías dibujadas

Corales y Rosas


Nacar y Piel

Melocotón

Ensueños

La Fábrica de Palomitas

Amanecer

Homenaje a Andy Warholl

Reflejos
Sen

Su

Al

jueves, 11 de octubre de 2012

Primera regla, La Confianza


CONFIANZA

(a HyG y AlexyMar)

Se que esto es una opinión muy personal sobre las relaciones en este mundo , pero , en definitiva, este no es sino nuestro diario y se basa en nuestras experiencias y cómo lo vivimos.

Hay otras muchas parejas que no tiene por qué vivirlo de igual manera. Sus planteamiento pueden muy bien desenvolverse por otros cauces y disfrutar plenamente en base a otros planteamientos. No es que lo imaginemos , es que lo sabemos y nos parece maravilloso.

Este es un mundo en que , precisamente, la libertad para vivirlo cada uno en sus formas y criterios y el respeto a cada forma de vivirlo y de entenderlo es casi un imperativo.

Pero, como decíamos en un post anterior...

Hemos aprendido, entre otras cosas, que existen unas bases importantes para desenvolverse bien en este “juego” a las cuales nunca se debe renunciar y que, en un escueto resumen, podemos definir como:

Confianza:entre nosotros y para a los demás. Es la base para sentirse a gusto y hacer sentirse a gusto a aquellos con los que te relacionas. Confianza para que sean ellos mismos, para acertar o equivocarse pero nunca dejar de aventurarse, para expresarte con libertad a la hora de sugerir o limitar…“


La confianza no se pide, no se impone ni tan siquiera se nombra.

Si acaso se construye, quizás, pero nunca a base de limitaciones y reglas sino sólidamente apoyada en los cimientos del respeto, el conocimiento y el amor.

La confianza es, para nosotros,el pilar fundamental para poder desenvolvernos en este mundo como pareja y poder disfrutarlo en toda su plenitud.

Sin ella, en su máxima acepción, nos sería imposible aventurarnos en nuestras relaciones con terceros ya que , difícilmente, podríamos sobrevivir a nuestra propia relación.

Pero cuando hablo de confianza no lo hago acerca de aquella confianza que conoce todas las respuestas. En ese caso no estaríamos hablando de confianza sino de su ausencia por innecesaria.

Me refiero más bien a esa confianza que te permite saltar al vacío sabiendo que allí la encontrarás a ella o a él.

Esa confianza que te hace saber y sentir que todo esta bien y en paz y que te hace empujar a tu pareja en aquello que desea pero en lo que no se atreve a avanzar por prudencia y que de la misma forma recibes como impulso de ella.

Sin ese tipo de confianza no creo que hubiésemos aguantado dos días en este mundo y , posiblemente, sin ese tipo de confianza no nos hubiese merecido la pena participar en el.

Cuando gozamos y nos entregamos nos resulta imposible andar mirando por el espejo retrovisor. Si tuviésemos que hacerlo seguro que ninguno de los dos disfrutaría plenamente.

Tampoco nos es posible pactar reglas ni límites porque en los momentos de pasión nadie saca un código legal para saber a que atenerse al igual que no sacamos el kamasutra para decidir que posición tomar en ese lance del amor.

En nuestra forma de ser y desarrollar nuestras relaciones con la gente vivimos sin reglas y sin límites lo cual, evidentemente, es la única forma de vivirlas sin reproches y sin silencios.

Nosotros contamos con esa confianza. Eso es lo que nos damos y lo que entregamos y, a veces, cuando conseguimos relacionarnos con parejas y gentes que están dispuestos a recibirnos y entregar lo mismo, todo se funde en uno y es perfecto.

¿Eres tú?

viernes, 28 de septiembre de 2012

Nueva estructura del Blog para un mejor acceso a contenidos

Queridos amigos:

Emprendemos una nueva fase en nuestras vidas en muchos aspectos y esto se ha hecho presente también en nuestro Blog.

Lo hemos reestructurado con el fin de hacer más fácil el acceso a sus contenidos y localización de temas.

Además hemos añadido nuevas secciones con el fin de hacerlo más participativo.

En esta nueva fase intentaremos acercaros cada día temas interesantes y dotar de contenidos más frecuentes al Blog sin perder su enfoque de experiencia personal.

Nos encantaría que participaseis en el mismo con vuestros comentarios y seguimiento, haciéndoos , así mismo, miembros de nuestro Blog.

Agradecemos a todos vuestro interés.

                                                                   Besos

domingo, 16 de septiembre de 2012

Las reglas del juego


Recapitulando a día de hoy


Hace ya tiempo que empezamos nuestra andadura en estos terrenos que nos parecían tan tentadores como resbaladizos y ahora, que gozamos de una cierta posibilidad de perspectiva, es el mejor momento para hacer una pequeña reflexión sobre dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí.

Lo cierto es que todas nuestras dudas e inseguridades se han ido desvaneciendo en el camino y hoy abordamos nuestra vida sexual con la misma naturalidad que un célibe aborda la suya.

En definitiva no dejan de ser opciones que elegimos porque suponemos que nos aportan algo positivo a nuestra vida o que, al menos, la renuncia a determinadas cosas nos merece la pena respecto al bien que nos procura.

Cada vez nos sentimos más cómodos y naturales en nuestras relaciones y eso nos permite a su vez exprimirlas con mayor placer y gusto.

Hemos aprendido, entre otras cosas,  que existen unas bases importantes para desenvolverse bien en este “juego” a las cuales nunca se debe renunciar y que, en un escueto resumen, podemos definir como:

Confianza: entre nosotros y para a los demás. Es la base para sentirse a gusto y hacer sentirse a gusto a aquellos con los que te relacionas. Confianza para que sean ellos mismos, para acertar o equivocarse pero nunca dejar de aventurarse, para expresarte con libertad a la hora de sugerir o limitar…

Naturalidad: En el momento en que la sexualidad compartida se convierte en algo tan natural como la piel, en que no tienes que pensar lo que haces o vas a hacer ni tienes que consultarlo o advertirlo porque te intuyen e intuyes, porque eres capaz de hablar y comprender sexualmente como si fuese tu lengua materna y cada caricia o cada gesto es dado o recibido como si tuviera que estar necesariamente allí y en ese momento.

Flexibilidad: No partir de esquemas o premisas excesivamente cerrados y estar dispuestos a abrir los momentos en cada relación según sea su devenir. No esperar nada concreto ni específico ni fijar un objetivo como alcanzable o , por el contrario, como elemento disuasorio de un más allá, de una posibilidad de algo distinto.

Tiempo: Tiempo para conocerse y darse a conocer. Tiempo para disfrutar plenamente el crescendo de una relación. Tiempo para  abordar el conocimiento de los otros con calma y sin precipitaciones. Tiempo para perfeccionar las relaciones y profundizar en ellas. Tiempo para asimilar. Tiempo para decidir. Tiempo para estar.

Oportunidad: Saber encontrar el momento adecuado para el encuentro es fundamental. Un momento ilusionante o divertido, propicio en todo caso a todos los intervinientes y que garantice el mejor entorno y situación posibles. La precipitación, aunque en determinados casos puede formar parte esencial del encanto, nunca es recomendable, aunque, por otro lado, la excesiva demora puede dar en el enfriamiento de los impulsos iniciales.

Disfrute: Es el único fin. La satisfacción plena o la aventura de estar en el camino para alcanzarla sabiendo, como añadido gratificante, que esta es imposible de alcanzar y que, por tanto, el camino nunca perderá su atractivo.

Es evidente que puede haber más bases o que estas no tienen por qué coincidir plenamente en todos los individuos que conformamos este mundo especial.

En post sucesivos iremos ahondando e ilustrando con algunas experiencias esta breve exposición.

También es cierto que, al volver la vista atrás, añoramos algunas cosas que se han perdido en el camino. Relaciones que, a veces la distancia u otros avatares, no se podrán revivir o sensaciones únicas que nos hubiera gustado poder disfrutar con el conocimiento de ahora pero que, de no haberse producido en su momento y con sus características, no nos habrían llevado hasta aquí.

En esta nueva etapa de nuestro diario trataremos de ir reflejando todas estas pequeñas cosas para que nos sirvan , dentro de otros pocos años, para mantener el recuerdo y volver a sacar algunas conclusiones.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Transformación

   
   Empezó a fumar ya desde los doce años pero jamás un cigarro le supo, ni le sabrá, tan amargo como aquel. 

   Recuerda aquella noche fría en la que la vio por primera vez.


   Hacía tiempo que salía con un grupo de amigas y frecuentaba las calles y los bares de chueca; normalmente se arreglaba demasiado para salir, intentando impresionar con sus vestidos y maquillaje, pero aquella noche no quería seguir escondiéndose tras esas pinturas de guerra, en esa pugna adolescente de descubrirse a uno mismo, había optado por algo más natural. Si alguien se fijaba en ella no iba a ser por su ropa o sus retoques. 


   El local estaba atestado de gente. El humo flotaba en el ambiente y la música bailable era la  típica de un sábado noche. Hacía poco que salía por el centro de Madrid, su condición,  tímida e insegura, le hacía sentir como una mala jugada de póker a la que solo vas si no queda otro remedio. 


   La vio entrar por la puerta, bajando las escaleras del local con sus amigas.


   Como en un foco  solo podía ver su pelo negro como el carbón y la piel blanca de su hombro asomando descuidada bajo el abrigo. 


   Se apostaron en una esquina del local para pedir unas copas, durante horas observó su  risa continua, no podía arrancarla de sus ojos.


   En cualquier otra noche  su mirada hubiese bailado  detrás de todas las mujeres buscando descubrir la belleza especial de cada una pero aquella, en su equina, tenía algo diferente,… algo misterioso que no podía terminar de percibir y que le inquietaba. 


   Su risa era ahora una mordedura en sus oídos que apagaba la música. Se había quitado  el abrigo y pudo ver la espalda descubierta solo empañada por una ligera tira de algodón  que sujetaba la pequeña camiseta que apenas ocultaba su cuerpo. 


   En un instante ella la miró  sosteniendo profundamente sus ojos sobre los de ella, casi hiriéndola hasta hacerle apartar su rostro hacia otro lado insultándose, avergonzada, queriendo hundirse en la tierra, desaparecer en su insignificancia. 


   Solo al volverse para apurar su copa y largarse cagando leches de allí descubrió que, a menos de un palmo de su cara estaba ella. A  media cabeza por debajo de la suya, su leve e inquietante cuerpo no dejaba de hacerle sentir  como una diminuta hormiga. 


   -“Llevas un buen rato mirándome”. 


   No supo que responderla, tampoco le había escuchado. Jamás había contemplado unos ojos tan negros, una piel tan blanca y esa  nariz fina en perfecta armonía con su rostro, y esos labios…..de un color rosado, carnosos, suaves y atractivos que llamaban a comerlos y no parar nunca........ 


  -“Me llamo Iratxe” 


   Entonces como si el embobamiento en el que se había mantenido toda la noche se esfumara, sus palabras comenzaron a brotar  como si de toda la vida la conociera. Hablaron y hablaron tanto, que las amigas de cada grupo acabaron marchándose y dejándolas solas. 


   Cuando cerraron el local se fueron a casa de Iratxe hablando todo el camino sin recordar ya ninguna conversación. 


  Y os aseguro, que lo que Iratxe le enseño aquella  noche a esa niña insegura y tímida, no lo enseñan ni en ninguna película, ni en ningún libro ni en cientos de vidas. 


   La enseño a descubrir en su cuerpo los placeres sin necesidad de ser penetrada por ningún miembro, a recorrer suavemente sus pliegues y alcanzar  los orgasmos más fogosos e insoportables que hasta entonces jamás había tenido. 


   Seis largos meses de enseñanza le hicieron convertirse en  mujer. La timidez y la inseguridad dejaron paso a la sensualidad y el perfume de la seducción abriendo su conciencia a la atracción que desataba, tanto en hombres como en mujeres, y aprendiendo a aprovechar todas esas armas para su disfrute personal. 


   Pero a la vez que se sentía mejor con su cuerpo, aquel que tan poco le gustaba antes, una sombra  iba creciendo, abrazando la relación que mantenía con Iratxe. Los celos y la intensidad la hacían más hiriente día a día. La vida era imposible, con esas pequeñas cosas que muy de vez en cuando las mujeres somos propensas a hacer sin saber que destrozamos todo lo que hay a nuestro alrededor, haciendo que en cada encuentro el dolor avive la pasión y el deseo, hasta saturar el aire y hacerlo sangrar de forma insoportable. 


   Aquel sábado noche en que las  calabazas inundan la decoración de casas y escaparates, sabía que seria la última vez que estaría junto a ella.


   Habían quedado en la casa de Iratxe, sus padres se iban ese fin de semana, un día antes habían discutido y ya las dos eren conocedoras de la decisión que sin palabras habían tomado. 


   Llego a su casa despacio, como sin querer llegar, y ella estaba allí, preciosa como siempre.


   Llevaba su larga melena suelta, recién lavada, que resaltaba el brillo de ese color negro que tanto le excitaba cuando se lo soltaba. Sus labios estaban pintados de un color que no hacía honor a su tono natural. Un sujetador rojo guardaba  aquellos pechos que para su cuerpo en general resultaban grandes, pero tan tersos y bien puestos que lo que hacían era que ella se pusiera como una moto notando como el tanga que llevaba empezaba a humedecerse.


   Unas braguitas rojas con el liguero a unas medias rojas rematadas por el tacón de sus zapatos negros, ponían fin a su indumentaria. 


   Viéndola ahí de pie, en medio de la habitación con las luces apagadas pero inundada de velas a cuya luz veía como sus ojos, eternamente negros, se empezaban a humedecer. No hacia falta que la dijera que aquella noche sería la última, Iratxe lo sabía. 


  Se quedó inmóvil en medio de esa habitación.


  Sabía que ella disfrutaba observándola, viendo ese cuerpo blanco como la nieve que, a veces, parecía tan frágil que le hacía pensar que se rompería en mil pedazos si lo tocaba.


   Se acercó, poco a poco, quitándose el abrigo y se coloco a unos centímetros notando como su cuerpo desprendía ese deseo ardiente de fundirse con ella…  


   Alargó su mano y acarició su suave pelo. Se dirigió a su largo cuello de cisne, acariciándolo despacio, suavemente sabiendo que  era uno de sus puntos más débiles y acercando su cara a la de ella  le besó la nariz.


  Paso sus manos lentamente sobre sus labios para quitarle el pintalabios, no la gustaba ese color, prefería su rosa natural, y cuando ella quiso hablar, seguramente para pedirla que no lo dejaran que se dieran otra oportunidad como muchas veces habían hecho, la beso para callarla.


   La besó fuerte, como queriendo absorber su alma, jugando con su lengua y con  sus labios carnosos, como le había enseñado y tanto le gustaba, mordisqueándoselos  hasta la saciedad, hasta herirse las dos de tanto amarlos. 


   La estrechó fuerte entre sus brazos, aquel cuerpo tan pequeño se estremecía en cada poro de su piel. La besó sin descanso, sin dejarse respirar la una a la otra, ahogándose  entre gemidos de placer y de dolor… y entonces las manos, fervientes de tocar todos los rincones que ya conocían pero que sabían que no se volverían a encontrar  ya, empezaron a recorrer  sus cuerpos, fuerte, como a las dos las gustaba tocarse, pellizcándose los muslos, agarrándose a la otra sin querer separarse. 


   Se tiraron al suelo y con una fuerza y pasión que hasta entonces  nunca habían vivido las dos, se hicieron el amor  con las bocas…, con las manos… , con sus sexos…, arrancándose la ropa la una a la otra y cuando ya, en el clímax de todo, ella encima de Iratxe follándola con su sexo bien apretado, haciéndola gritar y llorar del placer, agarrando fuerte las piernas que abrazaban su cintura y juntaban los pechos de las dos sin dejar un solo hueco,…  llego el estruendo del orgasmo, un orgasmo de sangre en el que ella, clavando sus uñas en sus muslos, se hermanaba con  Iratxe que, en ese momento, donde el placer y la lujuria invadió su cuerpo entero, desgarró con las suyas su espalda  dejando en cada lado cuatro marcas de sangre que la surcaban de arriba a abajo. 


  Extenuadas las dos, encendieron un cigarro, un cigarro que jamás le supo tan amargo, aun manteniendo el sabor dulce de Iratxe en su boca y en su piel. 


  La recuerdo, me excito y me entristezco.

Room 406 AC - Córdoba




Aquella mañana habíamos quedado en conocer a una parejita joven que se quería iniciar en este mundo.

Al igual que nosotros habíamos tenido en su día nuestros “padrinos” también, cuando la gente solicita nuestra ayuda, nos gusta hacer todo lo posible por tender una mano a aquellos que se inician y quieren orientarse un poco.

La labor de lo que nosotros llamamos  “padrinos”  es muy importante ya que de las primeras experiencias que viva una pareja, dependerá en gran medida su evolución incluso permanencia en este ambiente y, en cualquier caso, podrá evitar decepciones y errores.

El caso es que habíamos quedado hacia la una de la tarde con el fin de tomar un refresquito y charlar con esta parejita.

En una mañanita primaveral de no se que mes aunque recuerdo que no se habían metido aún los calores de Mayo de Córdoba, Gloria se había arreglado de una forma sexy pero adecuada.

Su faldita corta y ligera, de esas que parece van a echar a volar en cada movimiento y una blusa desenfadada de gasa le permitían desenvolverse con esa sencillez de las mujeres que saben gustarse solo con su propia piel como vestido.

Yo, en mi madurez habitual, había optado por mi corte clásico y señorial, un sport vestido con una americana abierta y camisa de seda rosa palo, que, unido al porte que me confiere mi bastón da un toque elegante y atractivo a este caminar reposado que me confiere la cojera.

Lo cierto es que como pareja tenemos ese toque especial que sobreviene del equilibrio entre la frescura de Gloria y la templanza de los años que uno lleva encima confiriéndonos un atractivo casi magnético.

Habíamos quedado en La cafetería Roldan, muy próxima al arco de entrada al casco viejo, donde está la estatua de Aberroes y posiblemente la mejor pastelería Cordobesa y como nuestras gestiones ese día en Córdoba nos habían llevado menos tiempo de lo previsto, nos enfrentábamos a más de una hora de espera hasta nuestra cita.

Cansado del paseo, mi pierna manda siempre en mi camino, me senté en la terraza mientras Gloria se adentraba en la cafetería con el fin de elegir algún dulce que pudiese competir con su eterna sonrisa.

Sin decirle nada a Gloria, al aproximarnos, una mujer había llamado mi atención de una forma especial. Era una pareja de extranjeros que consultaba un mapa de Córdoba.

Elegí para sentarme la mesa de al lado, y lo hice de forma tal que quedásemos  enfrentados directamente a ella.

Un vestido ceñido, de falda a medio nuslo en color marfil, contrastaba con el tono cobrizo de su piel y una preciosa pamela a juego y en los mismos tonos apenas podía esconder, desde mi perspectiva, el increíble atractivo de su belleza afro-asiática.

El desdén de su pareja, un hombre rubio y pálido de aspecto escoces, con su Nikon colgada al cuello enfrascado en la lectura de sus mapas y sus guías, hizo inevitable que nuestras miradas se enfrentaran al tomar yo asiento percibiendo, de inmediato, cómo lo hacían manteniendo su fijeza unos instantes más de lo que el decoro permite en un acto social convencional.

Con una leve inclinación de la cabeza saludé a la mujer esbozando una seductora  sonrisa al alzar de nuevo mi rostro hasta sus ojos a lo que ella respondió con una  graciosa y leve inclinación lateral de su cabeza correspondiendo elegantemente a mi sonrisa.

Instantes antes había podido observar como miraba a Gloria al dejarme en la mesa y como le seguía en su caminar hacia el interior de la cafetería.

Gloria tiene ese andar felino con el que algunas mujeres nacen como producto de una clonación natural, ese andar, seductor sin querer, que les hace flotar y bailar danzas eternas de seducción, al compás de una música imperceptible.

No era la mirada de una mujer que se fija y mira a otra en ese afán investigador y comparativo tan propio de la mayoría, era esa mirada inconfundible de la mujer que gusta de su propio sexo y se complace en contemplarlo e imaginarlo.

Es evidente que para Gloria no había pasado inadvertida la belleza y condición de la mujer de la mesa de al lado. Incluso ya le había detectado desde la distancia, a muchos metros de nuestra llegada, y mi lento caminar había procurado que su observación captase de antemano esos detalles que a un hombre se le escapan.

Las mujeres tienen mucho más instinto que los hombres en todo lo que se refiere al plano sexual.

Podríamos decir que se encuentran mucho más próximas a los estímulos naturales y animales de seducción,  a sus gestos, sus olores, los silencios y las miradas,…., todas esas cosas que, en ocasiones, los hombres, más dados a la racionalización de nuestras relaciones, tardamos en percibir,  llegando incluso a hacerlo en las más de las ocasiones cuando el tren ya ha pasado, a ellas se les presentan como señales luminosas, inequívocas,  que les muestran un camino evidente de atracción.

Lo percibí claramente a su regreso.

Su forma de caminar poderosa, sabedora de la mujer a la que miraba y que me miraba a mi, eclipsó por completo la atención de la dulce pamela en su favor recorriendo su  caminar y su cuerpo como si  desde sus  ojos se derramase  una segunda piel sobre la de Gloria.

 Pude notar en ella esa tensión del cuerpo que antecede a la caza en las panteras y como su pecho se inflamaba en una respiración honda y profunda, ensanchando la ventana de su escote de bronce, al tiempo que su cuerpo se erizaba en esa sensación de escalofrío que arranca desde lo más íntimo del sexo aflorando en la piel como una explosión vital e irreprimible.

Contemplar tanto poder de seducción y atracción sin palabras, sin gestos,  es de una belleza indescriptible.

Cuando Gloria se sentó a mi derecha, más próxima a ella que yo, enfrentadas en cada esquina de sus mesas, supe claramente que mi papel en la historia de seducción solo podía ser ya el de un mero ayudante de mago.

Gloria se giró levemente hacia mí ofreciéndome sus labios en un beso tierno y breve al tiempo que cruzaba su pierna derecha sobre la izquierda, en ese gesto tan femenino y seductor de las mujeres, dejando que la pequeña faldita expusiera la blancura de su piel  hasta donde los muslos comienzan a perder su nombre.

Mi mano recorrió en una caricia suave el camino de su tobillo al terciopelo de su muslo mientras correspondía con mis labios la humedad de los suyos notando a su vez la inconfundible piel erizada que nacía de sus flujos más sabrosos y perfumados.

Pude imaginar el calor y el palpitar que a poco más de un palmo, bajo la intersección de esos dos mármoles apretados, trataba de contener una explosión ardiente de humedad.

Salió de la caricia y el beso en ese gesto tan femenino y natural de sacudirse el pelo hacia atrás desde la nuca, dejando ver la perfección del cuello,  para alzar  la cabeza con su barbilla apuntando a algún lugar del infinito  cielo cordobés.

-Ya he pedido cariño, tenían un pastelito de nata delicioso, de esos que tanto me gustan. A ti un cortado, como siempre, ¿verdad?

-Si cielo, gracias, ¿que haría yo sin ti?

Nuestra conversación tenía ese tono de complicidad total que tanto nos gusta en el que dos pueden estar  hablando de sexo o incluso haciéndose el amor con la mirada siendo cualquiera el contenido que tengan las palabras.

-Una horita de espera nos toca,…

-Bueno,…, ya sabes,…, No creo que nos vaya a resultar aburrido,…

Gloria había pasado suavemente a posar su mirada en los ojos de ella. Unos ojos profundos y oscuros que se mantenían como espejos sobre los  contrarios.

Unos instantes se convirtieron en segundos,… y su mano recorrió suavemente el escote profundizando con las yemas de los dedos ligeramente más allá de la tela de su vestido marfil al tiempo que sus rosados labios se entreabrían como una flor al despertar el alba.

Con frecuencia los juegos de seducción son tan importantes o más que la propia materialización  de los actos y en la vida swinger estos adquieren un protagonismo especial.

La cotidianeidad de nuestras vidas si bien hace que se perfeccione nuestra relación sexual provoca, a menudo, cierta pérdida del juego de la seducción entre la pareja. Participar como uno solo en este baile de sensaciones es, por si mismo, uno de los estímulos más agradables que se puedan tener y más tratándose del juego entre dos mujeres que llevan marcada a fuego sobre la piel las palabras de la seducción.

Pamela, así la llamaremos desde ahora, era una mujer tan elegante como exótica.

En sus rasgos se adivinaban bellezas orientales y africanas que no llegaban a esconder, sin embargo, esa cultura anglófila de cada uno de sus gestos.

El pecho, henchido en cada respiración profunda, parecía estallar en su vestido entreabriendo las alas de las solapas, mientras su cuerpo comenzaba a manifestar las inquietudes de la carne en movimientos de tensión y  cambio en el acomodo de su asiento que hacían percibir nuevos centímetros de su piel.

Mi mano comenzó a recorrer suavemente la pierna de Gloria de forma delicada y descuidada con el leve roce de las yemas en mis dedos.

A veces me entretenía en lo más elevado de sus muslos jugando con el volante de su falda entre mis dedos mientras ahora le susurraba algo en el oído o le daba un leve beso en el cuello cruzando, de vez en vez, nuestras miradas con la suya.

Gloria Jugaba ahora con sus manos en el pelo, en ese gesto inconfundible de coqueteo circular entre mechones suaves y sedosos. Su blanca piel perfecta contrastaba de una forma excitante con la de ella.

Gloria es mimosa y flexible, con esas curvas que en cada gesto y movimiento acentúan una parte distinta de su poderosa sensualidad. Sus labios, siempre pintados sin pintura, esbozan de forma continua esa sonrisa pícara y lasciva que acompaña la caída de sus ojos, consciente del poder seductor que imprime toda su presencia.

Sin ser una mujer fatal, muy al contrario, su imagen, en cierto modo aniñada, contrasta enormemente con su madurez lo que le confiere un poder especial de atracción del cual es plenamente consciente aun siendo en ella algo tan natural como respirar.

Nuestro amigo, el lector de mapas, continuaba enfrascado en su lectura ajeno totalmente a los perfumes que invadían el aire en nuestro rededor, ignorante de la sensualidad de aquellas dos mujeres que en cada gesto comenzaban a amarse de una forma suave y lenta pero apasionada, proseguía en su empeño de localizar otras obras de arte y monumentos en Córdoba sin percibir la creación de ese arte efímero que estaba teniendo lugar justo en su presencia y en esos momentos.

Gloria me besaba ahora con esa dulzura que te come los labios a pequeños mordiscos acentuada por la nata del pastelillo que delicadamente saboreaba de vez en vez mirándola directamente a sus ojos.

Sus besos, aunque en mis labios, parecían volar y recorrer la breve distancia con los de Pamela que se entreabrían y humedecían con la punta de la lengua como queriendo recoger cada roce de los suyos en el aire,….  acariciando suavemente su pierna en una imaginada conversión de sus dedos en los de Gloria.

Las miradas se volvían cada vez más prolongadas e intensas pasando furtivamente por mis ojos en los suyos  en esa complicidad máxima del trio en que se comienza a compartir la piel y el alma.

Pamela se levantó de la silla, con un gesto tan natural de acomodo de su asiento que el lector de mapas ni tan siquiera percibió, e inclinándose de frente dejó ver profundamente el balcón de sus pechos, mientras se acomodaba la falda ligeramente más corta para volver a sentarse.

Sus rostros quedaron prácticamente enfrentados, a tan pocos centímetros que aún hoy me pregunto como pudieron refrenar el impulso de sus bocas.

Sus alientos se entrecruzaron en esos instantes eternos.

Cuando volvió a sentarse el regalo de su falda dejaba entrever los más escondidos rincones del deseo.

EL juego se prolongó hasta que la tensión no permitió otra cosa que parar o avanzar en terrenos impropios del lugar.

-Bueno amor,  ¿de que estábamos hablando?

-De que hace una mañana radiante cariño

AL cabo, el lector de mapas  levantó la vista y, plegándolos tan cuidadosamente como solo los británicos saben hacer, le explicó a Pamela que por fin había conseguido desentrañar todos los misterios de los monumentos de la ciudad de Córdoba.

Unas cuantas miradas furtivas más adelante Pamela se levantó, no sin volvernos a ofrecer de forma generosa  su maravilloso mundo  interior, y con un leve gesto dijo simplemente.

- Bye, Nice to meet you.

Los vimos partir: cruzar al otro lado de la calle y doblar la esquina más arriba.

Gloria y yo nos miramos sabedores de que nos hubiese encantado poder seguir la historia en otros terrenos y que solo el compromiso de nuestra cita posterior nos había impedido aventurar ese camino.

Inesperadamente vimos como nuestra pamela destacaba de nuevo sobre las cabezas de la gente y como ella se dirigía, con esos pasos tan graciosos que al correr conforman los tacones y las faldas, de nuevo hacia la terraza.

Había olvidado sobre la silla un ligero fular de seda.

- I love you

Sonrió simplemente mientras deslizaba en mi mano una  tarjeta.

“Room 406 Ac Córdoba”

viernes, 24 de agosto de 2012


UN NUEVO PROYECTO

Kamasutra Swinger Ilustrado



Queridos amigos:

Nos hemos planteado un proyecto nuevo que ,  por su extensión y dimensión, es muy probable que acabe con nosotros.

Se trata de desarrollar una versión del Kamasutra, ampliada, comentada, mejorada e ilustrada pero , sobre todo, orientada al mundo Swinger.

El mundo swinger admite muchísimas variantes sensuales y divertidas que, a menudo, no conocemos bien o que no se nos ocurre practicar.

Por otro lado , muchas veces surgen dudas sobre cómo empezar a hacer esto o aquello.

Por todo esto hemos decidido intentar desarrollar una obra divertida que , al mismo tiempo, pueda servir de alguna orientación a quienes se inician en estos mundos.

Para este proyecto solicitamos la colaboración de todos aquellos que lo deseen, enviándonos ideas, fotos( que serán convenientemente tratadas para que no se reconozcan), textos y cualquier aportación que se os ocurra.

Nosotros iremos dando forma a todo este galimatías y publicando los contenidos que se vayan elaborando.

Pronto tendremos los primeros capítulos.

sssh-complices

Octavas de la Pastora ( Relato en poesía)


Libro Primero del Manuscrito

Romances de la pastora , su esposo de escribano y dos zagales 
Introito

I
La seca prosa en dulce verso mudo,
pues la ocasión merece tal remiendo,
y ya que en verso la palabra sudo
en el arte mayor la voy metiendo
pues que el trovar las cosas del desnudo
requiere hacerse al modo de Don Mendo
quien si en su día fuese mal juzgado
al fin se despidió muy bien follado .

II
Los hechos que aquí narro, aunque veraces,
no habrán de ser tenidos como ciertos
pues si en los prados de la mente paces
se hacen innecesarios más inventos
y es que en las fantasías más fugaces
suelen crecer los falos más enhiestos
y sin necesidad de almidonallos
viene, al cabo, la mente a sustentallos.

Hora de maitines

III
Imaginé un buen día, así la cosa,
que era la mi mujer una pastora
y, como aquella de la finojosa,
cuidaba su rebaño a toda hora.
Era su piel más suave que la rosa
y su pelo brillaba como aurora,
sus muslos tersos, de alabastro puro,
su culo respingón, bien prieto y duro.

IV
Vestía, la muy guarra, solo un sayo
abierto y anudado a la cintura
pues los calores y el rigor de Mayo
decía darle mucha calentura.
Una faldita corta, de desmayo,
completaba el atuendo en su figura
tan menguada de tela y de remate
que dejaba entrever todo el tomate.

V
Era tal su frescura y desparpajo
y tal era su gracia y alegría
que a todos encendía su badajo
cuando partía al despuntar el día
y al notar ella sus manos por debajo
refrotar la  entrepierna con enjundia
ya se inclinaba a recoger un brote
a fin de enaltecer tanto cipote.

VI
Y es que es así mi amor, desvergonzada,
igual que puta en una romería,
sabiéndose de todos deseada,
gozándose con tanta guarrería,
sintiéndose por bajo tan mojada,
como una loba en celo lo estaría
que brincando hacia el monte va gozosa
imaginando tanta polla hermosa.

VII
Caminé yo ese día, hacia la tarde,
como solía hacerlo cada día,
con el fin de cumplir con el alarde
de follarla con gran algarabía.
Pues era nuestro gusto, no cobarde,
simular el ser otro quien metía
y si un día un pastor, otro era un cura
o armado caballero en su montura.

VIII
Era tal el afán en nuestro juego
y tal era el deseo que sentía
que ya su piel quemaba como fuego
al momento de ver que aparecía
para fingir no conocerme luego
 y dar principio así a la fantasía.
(Si  para mujer tal uno es muy poco
que me disfrace no parece loco.)

IX

Iba pues caminando , como digo,
a la sazón vestido de escribano,
 (con la intención de disfrutar su higo
y, si a bien fuera, ¡ya por fin su ano!  )
Cuando en la loma veo a dos amigos
sujetando el cacharro entre sus manos.
-¿Qué observáis que tal ánimo os infunde?-
-¿Acaso esa pastora no os confunde?-

X
Ya me pongo a mirar con disimulo,
como si en nada fuera ella mi esposa,
y a comentar con ellos de su culo,
de sus pechos en flor, de su boca jugosa,…
y es tanto ya mi ardor que me estrangulo
al contemplar a la hembra deseosa
cuando inclinada, recogiendo flores,
deja entrever su sexo a mil amores.

XI
-Ya siento yo que ustedes no decidan
sino mesar su miembro con deleite
pero perdonarán que a mi me acudan
ideas diferentes a la mente,
pues quienes de intentar cosas procuran
no suelen perder tiempo dando aceite,
bajaré me yo al prado, sin demora,
a intentar la coyunda en buena hora.-

XII
-¡Ya vemos decidido al escribano!-
-¡Y bien parece que es usted valiente!-
-Será que a menearla con la mano
no necesite yo de tanta gente.
Y si al fin el intento no es en vano,
puedo hacerles venir con gesto urgente.-
-Si usted nos hace un gesto allí estaremos-
–Y a follarla, muy presto, acudiremos.-

XIII
¡Buenas trancas se gastan los rapaces!
Bajé me yo hacia el prado cavilando,
parecen me dos buenos montaraces
que deben emplearse bien follando.
Si mis esfuerzos hoy no son falaces
buena sorpresa viene se fraguando.
¡Vaya coyunda para mi doncella¡
No es lo mismo pensalla que tenella.

Hora de laudes


XIV
Llegando mi camino a la doncella
bajo la capa me mantuve oculto
bien tapada mi faz que no la de ella,
Ya que al momento reparó en mi bulto,
-¡Muy lozana os mostráis pastora bella!-
-Y vos, buen caballero y hombre culto,
veo que anda algo prieta su calzona
y que el deseo anida en su persona.-

XV
-Ha de estar prieta , señora, la talega
si desde el monte vengo caminando
y a cada paso andando en esta vega
de su cuerpo me vengo enamorando.
No vi nunca yo en Dios tan alta entrega
de placeres y dones ,adornando
un cuerpo de mujer tan delicioso
que a todo hombre deba hacer goloso.-

XVII
-Son sus pezones canto de sirena
y su talle es tan fino y elegante
que la mente más pura se envenena
y en su gozo se vuelve delirante.
¿No ha de ponerse gorda así la vena?
¿No ha de ser esa boca el detonante?
¿Y acaso no esas nalgas el azote
que ponga a reventar este cipote?-

XVIII
-¿Pudiera yo probar tan dulce cosa
y aliviarle su fiebre con mis labios
Que ya siento mi boca deseosa
y siento el cosquilleo en otros labios
y mi lengua se vuelve tan golosa
que ha de libar de tan viril andamio.-
-Chupe usted lo que quiera bella dama,
chupe, bese y disfrute, coma y lama.-

XIX
Y empujando mi pecho suavemente,
con ojos de pasión desenfrenada,
tumbó me sobre el prado lentamente
y sacando mi polla apasionada
la engulló entre sus labios dulcemente
haciéndome sentir cada chupada.
Y así tumbado, cual si fuera un oso,
disfrutaba mi mano de su sexo jugoso.

Hora prima I


XX
Sabiéndome observado en lontananza
por aquellos dos mozos aguerridos,
la tuve entretenida con mi lanza
mientras mostraba a aquellos dos bravíos
su hermoso culo menearse en danza
aunque no se escuchasen sus gemidos.
Cuan jugosa su rosa flor estaba
y que bien , ¡condenada!, la chupaba.

XXI
Temiendo que llegara mi momento
y no aguantara sin lechar el gozo
hice yo un leve gesto al firmamento
y al cabo vislumbré partir un mozo
tan henchido  de impulso y de contento
que casi, por correr, se cae a un pozo.
Y seguido va  el otro, a muy corta distancia,
ansioso  por llegar a tanta gracia.

XXII
!Que locura de hembra mi pastora!
¡Y cuan dulce visión su culo en pompa!
(No es de extrañar que este yo a toda hora
tan deseoso de agitar la trompa)
-Siga chupando así , bella señora,
que la sorpresa llega como bomba-
(y la que está al caer ¡es cosa fina!
¡Que poco mi pastora se imagina!)

Hora Prima II

XXIII
A cada recorrido de su lengua
sus ojos me miraban maliciosos
y sin darle a la cosa ni una tregua
absorbía de nabo tan jugoso.
Estando ya los mozos a una legua
deshice el sayo de su cuerpo hermoso
 y todo su esplendor se mostró ahora
en un talle tan bello como aurora.

XXIV
Era la su cintura cual de abeja
y la piel de su espalda seda pura,
su deseo y pasión de una coneja
capaz de hacer perder toda cordura.
Era su vientre liso como teja
y sus pezones pura roca dura
 y eran tales sus artes en el juego
que solo con mirarla ardía el fuego.

XXV
Acariciaba yo su rubio pelo
derramado a murmullos en mi vientre
viendo su cuerpo, como gata en celo,
retorcerse de gusto complaciente
ante el juego de dedos como cielo
que hacían desbordar su sexo ardiente
como un río de lluvias inundado
corriendo de sentidos desbocado.

XXVI
Cuando  mi mano se perdía entera
buscando en lo profundo de su infierno,
no pudiendo aguantar la zalamera
tanto juego de dedos, dulce y tierno
se estremeció y rugió como pantera
que  cobrara una pieza en pleno invierno.
Y fuera tal su grito y su meneo
¡que hasta al carnero despertó el deseo!

XXVII
-¡Apártate! -le dijo en una queja
Que si fueras mancebo te comiera
más siendo macho de cualquier oveja
quererme complacer sería quimera
que si bien, como perra o cual coneja,
quisiera se follada  sin manera
es de miembro viril mi afán de gozo
no de lana tejida como   embozo-

XVIII
Y en dicha esta la cosa y al momento
abrazándose a un árbol culo en pompa
pidió me cabalgar nalgas al viento.
-Véngase aquí escribano con su trompa,
penetre ya mi sexo con su invento,
no tema usted que con su fuerza rompa
nada de lo que alberga en sus adentros
que de su empuje quiero mis tormentos.

XXIX
Alcé me deseoso yo al instante
con mi turgente miembro bien dispuesto,
(que aunque resulte ser algo pedante
aún se hallaba mi falo bien enhiesto)
y cual si fuera de un barco arbotante
lo dirigí hacia puerto con acierto.
Mas antes de sembrar en  dichas huertas
me entretuve jugando entre sus puertas.

XXX
Y es pues que la caricia hace el desmayo
y el arte del amor tiene sus partes
y si la edad te aleja ya de mayo
conviene completar el sexo en artes
de tal manera que en haciendo un sayo
de la capa aún disfruten las amantes.
Que de lo que la edad  resta  bravura
lo devuelve con creces  su cordura.

Hora Prima III


XXXI
Hallaba me ya digo, y me reitero,
jugando ya en sus puertas con mi rabo,
acariciando su chochito entero
con la caliente punta de mi nabo,
cuidando en cada roce con esmero
que solo la cabeza entrara al cabo
y a cada nueva entrada, y de salida,
su piel se estremecía enfebrecida.

XXXII
(Siendo mi polla más gorda que larga,
aunque tampoco escasa en longitudes,
se que es un dulce que a ninguna amarga
pues su cabeza amplía magnitudes
y como aguanta muy bien la descarga
puede atender a mil solicitudes
y se que es esta cosa valorada
al menos , lo que importa, por mi amada.)

XXXIII
-¡Que martirio más dulce y cuan intenso,
casi parece que la metan ciento!-
Gemía así, cual  perra en gozo inmenso,
con sus ojos  perdidos en el viento
y el cielo desprendía aroma a incienso
de tanto contemplarla el firmamento.
Mis manos, en sus nalgas aferradas,
parecieran dos anclas encalladas.

XXXIV
¡Que dulce palpitar sentía mi capullo!
¡Que fuego abrasador ardía en mi punta!
¡Que firme tacto de nalgas en arrullo
enardecía aquellas manos juntas!
Ya sus labios pedían en murmullo
que mi polla clavase bien profunda.
-Aguantad bella dama algún envite
que ya muy pronto os llegará el desquite.

Hora Tercia I

XXXV
Seguí en silencio yo con mi faena
derramando  sus muslos en mis manos
mientras mis ojos buscaban por la arena
la huella cierta de los dos hermanos
Divisé les al fin con  polla en vena,
de tanto refrotarla con las manos,
y con un solo dedo señalando
insté a que uno viniera se acercando.

XXXVI
Actuando los dos con grande disimulo
aparté yo mis manos de sus nalgas
y con la rapidez que actúa un mulo,
cosa que sabes cuando los cabalgas,
posó presto las suyas en el culo
jugando aún con mi polla  entre sus faldas.
Al cabo retiré me yo un instante
y entró el con su trabuco ,triunfante.

XXXVII
Y fuera tal su acierto y tal su atino
y fuera tal su flema y tan ardiente
que a un solo golpe le enterró el pepino
hasta los huevos, digo, mismamente.
Un grito de pasión detuvo el trino
de cualquier ave y todo ser viviente.
Fue tan fiero y atroz aquel empuje
que el mismo tronco al árbol casi cruje.

XXXVIII
Retiré me hacia atrás, aún empalmado,
a tan solo dos pasos de distancia
y casi así me quedo ensimismado
pues  era tal la ardor y tal la gracia
como jamás lo hubiera imaginado
en mis mejores sueños e ignorancia.
¡Que bello contemplar a mi pastora
siendo tan bien follada en buena hora!

XXXIX
Saliendo de mi pasmo y de mi ensueño
pensé en enriquecer aún más el paño
y aunque el zagal ponía un buen empeño
y los gritos de ella no eran daño
quise,   pues era yo  del arte dueño,
despejar a placer el dulce engaño
y andando cerca ya sin disimulo
posé otra mano al fin sobre su culo.

XL
Estaba la pastora tan absorta
y era tal su placer y tan rotundo
que de enterarse andaba ya tan corta
ni a más  hubiera allí explotado el  mundo.
Rocé en su palpitar la henchida vena aorta,
mi caricia sintió su jadeo profundo
y recorrí su bella piel mojada
notando estremecerse su morada.

IXL
Deshaciendo del  árbol yo su abrazo
robé la posición al duro leño
y poniendo su cara en mi regazo
tragó la polla de su dulce dueño.
No hubo palabras ni sintió rechazo
y abrazó mi cintura con empeño
mientras  que, ahogado ahora su gemido,
la sentía chillar, (con menos ruido.)

VIIIL
El frenesí era tal y tan bravío
que sus uñas rasgaban ya  mis nalgas,
y tal era  su goce y desvarío,
que apunto estaba de gastar en salvas
toda la munición de mi navío
y perder la sin más entre las algas
pues tal era su ardor y tal su gozo
que a punto estaba de comerme un trozo.

VIIL
Siendo mi polla  bien muy apreciado,
y al que tengo cariño desde tiempo,
empecé ya a sentirme mareado
al  ver en tal peligro el dulce miembro
que todo hombre prefiere ser ahorcado
antes que mutilar su fiel engendro.
 Y aunque no sea mucha su importancia
preferimos vivir en la ignorancia.

Hora  Tercia II


VIL
Aprovechando pues el buen momento
de su estertor agudo en un orgasmo
y viendo ya al muchacho en su jumento
agotado tal vez de tanto espasmo
y tanta sacudida que comento,
vi el cielo abrirse al fin como en un salmo
y sintiéndola  estar entera y dura
propuse que cambiásemos postura.

VL
Así, al momento, me tendí al reposo
disfrutando la yerba en mi ancha espalda
y contemplando  nabo tan gozoso
poco dudó en meterlo entre su falda
viendo mudar al fin su rostro hermoso
ante el placer de aquella buena narda.
Era su expresión viva una locura
y yo gozaba al fin de su hermosura.

IVL
Si su lujuria rozaba el desenfreno
no era menos la mía ni la de ellos
y viendo al otro al fin ya más sereno
mesando suavemente sus cabellos
decidí darle entrada a otro veneno
y hacerla disfrutar de estos y aquellos
 Y a un gesto de mi mano otro muchacho
acudió bien ligero y vivaracho.

IIIL
Venía ya el buen mozo bien dispuesto
relamiendo su vista en el culete
al ver que lo tenía bien dispuesto
debido a mis caricias en su ojete.
-No penséis en tal cosa-, le amonesto,
que ese es mi privilegio y mi juguete
y si no fuera por mi iniciativa
aún la estaríais meneando arriba.

IIL
-¿Habrá hueco a las dos en este fuero?-
preguntó de inmediato y como urgente
-Mirad que no respondo de mi fuente,
que la he aguantado ya con mucho esmero
y estando ya tan firme y tan turgente
no se  que ha de pasar si más espero.-
Paré a ver que decía mi pastora
mas su boca encontré ocupada ahora.

IL
Sintiendo su silencio asentimiento
y viendo cuán gozaba la ladrona
de haber hallado al fin tan buen asiento,
pensé que quien a una se abandona
habría  de gozar dos con mas contento
y estando chorreada cual meona
no sería de gran envergadura
recibir otra polla, tersa y dura.

Hora Sesta I


L
No gastaba el zagal muy mal calzado
y, aunque larga, era fina en la cabeza
lo cual al menester que nos es dado
hacía bien preciada aquella pieza,
pues estando el conejo ya ocupado
se había de actuar con gran destreza.
Arrodilló se el mozo muy dispuesto
a introducirla al fin con buen acierto.

LI
Apartando las nalgas con sus manos
y  al sentir en las mismas su tersura
no se entretuvo ya en esfuerzos vanos
y acercando la punta con mesura
sintió sus rojos labios tan cercanos
que al punto acrecentó su calentura
y en un empuje decidido y tierno
dio albergue a su cipote en el infierno.

LII
Pillada de sorpresa mi doncella
su cuerpo se tenso como de gata
y volviendo su cara a alguna estrella
tal rugido salió de su garganta
que si no hubiera dejado  su  mamella
a poco con la polla se atraganta
dando comienzo así a un nuevo orgasmo
tan largo como discurso de Erasmo.

LIII
Dos pollas albergadas en su coño
cabalgándola en un placer inmenso
hacían florecer, hasta en Otoño,
mil dulces flores de color intenso
y explotaban así , como retoños,
estremeceres que, entre miel e incienso,
hacían retemblar toda su alma
hasta sumirla en una tensa calma.

LIV
Aferrada a la polla embravecida
del zagal que primero la tomara,
la sacudía tan enfebrecida
que a ninguno asombró que reventara
en espléndido estruendo su corrida
que con grande placer desparramara
derramando el licor sobre su boca
que ella tragó hasta el fin como una loca.

LV
Fue tan grande el placer y tan intenso
que al cabo el buen zagal se derrumbara
y reflejando su sentir inmenso
sus labios dulcemente la besara
pues resultado de aquel bello consenso
tuvo el mayor placer que recordara
y en la visión de tan grande faena
se incrementó el calor en nuestra escena.

Hora Sesta II 

LVI
Sintiendo aquel redoble en nuestro empuje,
su pelo derramado ya en mi pecho,
ya vio  me cual león que cuando ruge
pudiera reventar el firme lecho
y cual la vaca placentera muge
una sonrisa le afloró en derecho
Pues era tal el brío que imprimía
que vio que muy al punto nos corría.

LVII
Y  siendo gran placer en toda hembra
el llevar a su hombre a aquel estado
en que se desparrama, fluye y siembra
con esperma su flujo desatado,
todo su cuerpo de placer ya tiembla
para hacernos correr con el de al lado
pues si el  correr de uno la enaltece,
de tres ya una locura le parece.

LVII
Era su cuerpo al fin tal hervidero
de sensaciones, fuegos y tormento
que la hacían bullir como un caldero
sintiendo esas dos pollas tan adentro
y es que a decir verdad y ser sincero,
entraban tan estrechas al encuentro
que a mi también se me multiplicaban
las sensaciones cuando así la follaba.

LVIII
Estando ya el zagal ,rojo de sangre,
conteniendo su ardor a duras penas
y sintiendo yo ya como un enjambre
de abejas recorrer todas mis venas
vino a ser que al final tuviera hambre
de sentir las corridas a docenas
y moviendo su culo, en buenas mañas,
nos hizo reventar en sus entrañas.

LIX
Y fuera tal el goce y  el contento
y tal el alborozo y alegría
que ya su orgasmo se apunto al momento
de sumarse a tan grande algarabía
y así los tres salimos del convento
y así explotamos como flor de un día
en espasmos de orgasmos dolorosos
pero al cabo y al fin también gozosos.

Hora Nona


LX
Dejó poco al descanso la verbena,
lo justito y cabal  que merecía,
y aún jadeante, con su ardor en pena,
con aviesa mirada sonreía
dispuesta a re emprender nueva faena
púes el ardor en ella se crecía
y con su  boca, en artes sinuosas,
se afanó en revivir aquellas cosas.

LXI
No tardó su lenguaje en convencernos
púes era tal su hechizo y su meneo
y eran tales sus artes del averno
que incluso al  casto hijo de Teseo
hubiera conducido al mismo infierno
de haber sido de ella su deseo
y de nuevo con tres falos ardientes
dio a su imaginación nuevos mordientes.

Hora de Vísperas

LXII
-Que sorpresas me trajo el escribano-
Me dijo, ya en extremo sonriente,
mientras la meneaba complaciente
a aquellos dos zagales con la mano,
- Tome en premio mi culo ya impaciente
y desflore su rosa de verano
que ya la encuentro yo muy deseosa,
ardiente , palpitante y bien jugosa.-

LXIII
Viendo yo aquella fresa complaciente,
asomando en su culo cual diana,
no resistí y me puse diligente
a despertar su flor a la mañana,
que en esto es conveniente ser prudente
y esmerarse de forma muy liviana
no valla a ser que por meterte en prisa
no vuelvas a calzarte tal camisa.

LXIV
Comencé suavemente mi masaje
sobre su hermoso culo con mesura
haciéndole sentir aquel mensaje
con hilos de candor y de ternura
tan bien trabados en aquel lenguaje
que al punto la vi arder de calentura
sintiéndolo tan tierno y palpitante
que hube de contenerme como amante.

LXV
No fue hasta no tenerlo preparado
y bien dispuesto a recibir su premio,
de mis labios y lengua lubricado
y  con los dedos vencido al asedio,
que lo mirase ya de si entregado
y a sus placeres, clamando  remedio,
hiciera oídos mi ser y mi alma entera
y hasta su ojete aproximé la pera.

LXVI
Y fue tan tierno el juego de los previos
que contagiado de el la bella dama
 relamía hasta ponerlos ebrios
aquellos dos cipotes como ramas
haciéndoles sentir tales los nervios
que a poco ya su semen se derrama
 y conteniéndose le dijo un mozo,
-¡ Para un poco pardiez que así te gozo!

Hora de Completas


LXVII
Bajando ella sus hombros en desmayo
y agarrando la yerba con su mano
buscó le dar así más firme apoyo
al cipote febril sobre su ano,
que cual capullo de una flor de mayo
se abría ardiente ante calor tan sano,
y empujando su culo hacia mi vientre
tragó todo el candor muy suavemente.


LXVIII
Lo que de allí siguió fue tal locura
de gemidos, susurros y pasiones
que las palabras no tienen holgura
para dar más razón ni descripciones
a los sentidos que esa miel procura
ni  del mundo de tales sensaciones
y a su imaginación dejo el consejo
de lo que aconteciera en el cortejo.

LXIX
No acabaron las cosas todavía
ni se  mudara la pasión en  hielo
pues el fuego ya en todos acrecía
un ardor tan potente como fiero
y aún fuera muy follada en aquel día
aquella gata que contempló el cielo.
Pero eso son historias de otros lares
que darán buen lugar a otros cantares.

Corolario 


LXX
Bástenos concluir, con moraleja,
que quien cornudo es por estos lances
no ha de sentir así sobre su ceja
el peso de osamentas galopantes
que antes que se consuma como vieja
aun han de disfrutarla mil amantes
y compartir pasiones en el lecho
con hombres y mujeres sin despecho.

LXXI
Pues quien de los placeres no disfruta
y atiende a estos quehaceres con pereza
poniendo mil fronteras en la ruta
que hiciera el creador con gran belleza
antes que hijo de Dios es hideputa,
y un servidor tan vil y sin nobleza,
que desprecia los dones otorgados
tan sabiamente  del Señor creados.

LXXII
Añade  ser tan vil otro pecado,
a más de la pereza el del orgullo
pues a juzgar se atreve, el muy osado,
la obra del creador como un barullo
y es esa vanidad de ser malvado
la que hace de aquel ser tan gran capullo
pues si Dios creo el sexo y el sentido
no es el quien a juzgar su cometido.

LXXIII
Si de los siete males capitales
uno ha de condenarme en el infierno
que sea la lujuria y no otros tales
la que mi ser disfrute hasta el invierno
y que  me de hasta el fin tantas vestales
como almas debe haber en el averno
que quien aquí no disfrutó un  ojete
no espere hacerlo en lo que se promete.

LXXIV
 Repasado ya bien aqueste  engendro,
quizás tan solo puras fantasías,
comenzado a narrar como don Mendo,
hará tan solo algunos pocos días,
he pasado yo aquí  rato estupendo
compartiendo con  otros  alegrías
 y siento terminar, por el momento,
a la espera de darles otro cuento.

LXXV
Y así le pongo  fin como Cyrano
quien de su gran nariz hizo un invento
y procuraba gran placer profano
a toda que probase el instrumento
que como verso salido de su mano
acariciaba su nariz el ano
con tal sentir y tanta donosura
que el defecto trocaba en hermosura.