Recapitulando a día de hoy
Hace ya tiempo que empezamos nuestra andadura en estos
terrenos que nos parecían tan tentadores como resbaladizos y ahora, que gozamos
de una cierta posibilidad de perspectiva, es el mejor momento para hacer una
pequeña reflexión sobre dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí.
Lo cierto es que todas nuestras dudas e inseguridades se han
ido desvaneciendo en el camino y hoy abordamos nuestra vida sexual con la misma
naturalidad que un célibe aborda la suya.
En definitiva no dejan de ser opciones que elegimos porque
suponemos que nos aportan algo positivo a nuestra vida o que, al menos, la
renuncia a determinadas cosas nos merece la pena respecto al bien que nos
procura.
Cada vez nos sentimos más cómodos y naturales en nuestras
relaciones y eso nos permite a su vez exprimirlas con mayor placer y gusto.
Hemos aprendido, entre otras cosas, que existen unas bases importantes para
desenvolverse bien en este “juego” a las cuales nunca se debe renunciar y que,
en un escueto resumen, podemos definir como:
Confianza: entre nosotros y para a los demás. Es la base
para sentirse a gusto y hacer sentirse a gusto a aquellos con los que te
relacionas. Confianza para que sean ellos mismos, para acertar o equivocarse
pero nunca dejar de aventurarse, para expresarte con libertad a la hora de
sugerir o limitar…
Naturalidad: En el momento en que la sexualidad compartida
se convierte en algo tan natural como la piel, en que no tienes que pensar lo
que haces o vas a hacer ni tienes que consultarlo o advertirlo porque te
intuyen e intuyes, porque eres capaz de hablar y comprender sexualmente como si
fuese tu lengua materna y cada caricia o cada gesto es dado o recibido como si
tuviera que estar necesariamente allí y en ese momento.
Flexibilidad: No partir de esquemas o premisas excesivamente
cerrados y estar dispuestos a abrir los momentos en cada relación según sea su
devenir. No esperar nada concreto ni específico ni fijar un objetivo como
alcanzable o , por el contrario, como elemento disuasorio de un más allá, de
una posibilidad de algo distinto.
Tiempo: Tiempo para conocerse y darse a conocer. Tiempo para
disfrutar plenamente el crescendo de una relación. Tiempo para abordar el conocimiento de los otros con
calma y sin precipitaciones. Tiempo para perfeccionar las relaciones y
profundizar en ellas. Tiempo para asimilar. Tiempo para decidir. Tiempo para
estar.
Oportunidad: Saber encontrar el momento adecuado para el
encuentro es fundamental. Un momento ilusionante o divertido, propicio en todo
caso a todos los intervinientes y que garantice el mejor entorno y situación
posibles. La precipitación, aunque en determinados casos puede formar parte
esencial del encanto, nunca es recomendable, aunque, por otro lado, la excesiva
demora puede dar en el enfriamiento de los impulsos iniciales.
Disfrute: Es el único fin. La satisfacción plena o la
aventura de estar en el camino para alcanzarla sabiendo, como añadido
gratificante, que esta es imposible de alcanzar y que, por tanto, el camino nunca
perderá su atractivo.
Es evidente que puede haber más bases o que estas no tienen
por qué coincidir plenamente en todos los individuos que conformamos este mundo
especial.
En post sucesivos iremos ahondando e ilustrando con algunas
experiencias esta breve exposición.
También es cierto que, al volver la vista atrás, añoramos
algunas cosas que se han perdido en el camino. Relaciones que, a veces la
distancia u otros avatares, no se podrán revivir o sensaciones únicas que nos
hubiera gustado poder disfrutar con el conocimiento de ahora pero que, de no
haberse producido en su momento y con sus características, no nos habrían
llevado hasta aquí.
En esta nueva etapa de nuestro diario trataremos de ir
reflejando todas estas pequeñas cosas para que nos sirvan , dentro de otros
pocos años, para mantener el recuerdo y volver a sacar algunas conclusiones.
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