viernes, 24 de agosto de 2012


UN NUEVO PROYECTO

Kamasutra Swinger Ilustrado



Queridos amigos:

Nos hemos planteado un proyecto nuevo que ,  por su extensión y dimensión, es muy probable que acabe con nosotros.

Se trata de desarrollar una versión del Kamasutra, ampliada, comentada, mejorada e ilustrada pero , sobre todo, orientada al mundo Swinger.

El mundo swinger admite muchísimas variantes sensuales y divertidas que, a menudo, no conocemos bien o que no se nos ocurre practicar.

Por otro lado , muchas veces surgen dudas sobre cómo empezar a hacer esto o aquello.

Por todo esto hemos decidido intentar desarrollar una obra divertida que , al mismo tiempo, pueda servir de alguna orientación a quienes se inician en estos mundos.

Para este proyecto solicitamos la colaboración de todos aquellos que lo deseen, enviándonos ideas, fotos( que serán convenientemente tratadas para que no se reconozcan), textos y cualquier aportación que se os ocurra.

Nosotros iremos dando forma a todo este galimatías y publicando los contenidos que se vayan elaborando.

Pronto tendremos los primeros capítulos.

sssh-complices

Octavas de la Pastora ( Relato en poesía)


Libro Primero del Manuscrito

Romances de la pastora , su esposo de escribano y dos zagales 
Introito

I
La seca prosa en dulce verso mudo,
pues la ocasión merece tal remiendo,
y ya que en verso la palabra sudo
en el arte mayor la voy metiendo
pues que el trovar las cosas del desnudo
requiere hacerse al modo de Don Mendo
quien si en su día fuese mal juzgado
al fin se despidió muy bien follado .

II
Los hechos que aquí narro, aunque veraces,
no habrán de ser tenidos como ciertos
pues si en los prados de la mente paces
se hacen innecesarios más inventos
y es que en las fantasías más fugaces
suelen crecer los falos más enhiestos
y sin necesidad de almidonallos
viene, al cabo, la mente a sustentallos.

Hora de maitines

III
Imaginé un buen día, así la cosa,
que era la mi mujer una pastora
y, como aquella de la finojosa,
cuidaba su rebaño a toda hora.
Era su piel más suave que la rosa
y su pelo brillaba como aurora,
sus muslos tersos, de alabastro puro,
su culo respingón, bien prieto y duro.

IV
Vestía, la muy guarra, solo un sayo
abierto y anudado a la cintura
pues los calores y el rigor de Mayo
decía darle mucha calentura.
Una faldita corta, de desmayo,
completaba el atuendo en su figura
tan menguada de tela y de remate
que dejaba entrever todo el tomate.

V
Era tal su frescura y desparpajo
y tal era su gracia y alegría
que a todos encendía su badajo
cuando partía al despuntar el día
y al notar ella sus manos por debajo
refrotar la  entrepierna con enjundia
ya se inclinaba a recoger un brote
a fin de enaltecer tanto cipote.

VI
Y es que es así mi amor, desvergonzada,
igual que puta en una romería,
sabiéndose de todos deseada,
gozándose con tanta guarrería,
sintiéndose por bajo tan mojada,
como una loba en celo lo estaría
que brincando hacia el monte va gozosa
imaginando tanta polla hermosa.

VII
Caminé yo ese día, hacia la tarde,
como solía hacerlo cada día,
con el fin de cumplir con el alarde
de follarla con gran algarabía.
Pues era nuestro gusto, no cobarde,
simular el ser otro quien metía
y si un día un pastor, otro era un cura
o armado caballero en su montura.

VIII
Era tal el afán en nuestro juego
y tal era el deseo que sentía
que ya su piel quemaba como fuego
al momento de ver que aparecía
para fingir no conocerme luego
 y dar principio así a la fantasía.
(Si  para mujer tal uno es muy poco
que me disfrace no parece loco.)

IX

Iba pues caminando , como digo,
a la sazón vestido de escribano,
 (con la intención de disfrutar su higo
y, si a bien fuera, ¡ya por fin su ano!  )
Cuando en la loma veo a dos amigos
sujetando el cacharro entre sus manos.
-¿Qué observáis que tal ánimo os infunde?-
-¿Acaso esa pastora no os confunde?-

X
Ya me pongo a mirar con disimulo,
como si en nada fuera ella mi esposa,
y a comentar con ellos de su culo,
de sus pechos en flor, de su boca jugosa,…
y es tanto ya mi ardor que me estrangulo
al contemplar a la hembra deseosa
cuando inclinada, recogiendo flores,
deja entrever su sexo a mil amores.

XI
-Ya siento yo que ustedes no decidan
sino mesar su miembro con deleite
pero perdonarán que a mi me acudan
ideas diferentes a la mente,
pues quienes de intentar cosas procuran
no suelen perder tiempo dando aceite,
bajaré me yo al prado, sin demora,
a intentar la coyunda en buena hora.-

XII
-¡Ya vemos decidido al escribano!-
-¡Y bien parece que es usted valiente!-
-Será que a menearla con la mano
no necesite yo de tanta gente.
Y si al fin el intento no es en vano,
puedo hacerles venir con gesto urgente.-
-Si usted nos hace un gesto allí estaremos-
–Y a follarla, muy presto, acudiremos.-

XIII
¡Buenas trancas se gastan los rapaces!
Bajé me yo hacia el prado cavilando,
parecen me dos buenos montaraces
que deben emplearse bien follando.
Si mis esfuerzos hoy no son falaces
buena sorpresa viene se fraguando.
¡Vaya coyunda para mi doncella¡
No es lo mismo pensalla que tenella.

Hora de laudes


XIV
Llegando mi camino a la doncella
bajo la capa me mantuve oculto
bien tapada mi faz que no la de ella,
Ya que al momento reparó en mi bulto,
-¡Muy lozana os mostráis pastora bella!-
-Y vos, buen caballero y hombre culto,
veo que anda algo prieta su calzona
y que el deseo anida en su persona.-

XV
-Ha de estar prieta , señora, la talega
si desde el monte vengo caminando
y a cada paso andando en esta vega
de su cuerpo me vengo enamorando.
No vi nunca yo en Dios tan alta entrega
de placeres y dones ,adornando
un cuerpo de mujer tan delicioso
que a todo hombre deba hacer goloso.-

XVII
-Son sus pezones canto de sirena
y su talle es tan fino y elegante
que la mente más pura se envenena
y en su gozo se vuelve delirante.
¿No ha de ponerse gorda así la vena?
¿No ha de ser esa boca el detonante?
¿Y acaso no esas nalgas el azote
que ponga a reventar este cipote?-

XVIII
-¿Pudiera yo probar tan dulce cosa
y aliviarle su fiebre con mis labios
Que ya siento mi boca deseosa
y siento el cosquilleo en otros labios
y mi lengua se vuelve tan golosa
que ha de libar de tan viril andamio.-
-Chupe usted lo que quiera bella dama,
chupe, bese y disfrute, coma y lama.-

XIX
Y empujando mi pecho suavemente,
con ojos de pasión desenfrenada,
tumbó me sobre el prado lentamente
y sacando mi polla apasionada
la engulló entre sus labios dulcemente
haciéndome sentir cada chupada.
Y así tumbado, cual si fuera un oso,
disfrutaba mi mano de su sexo jugoso.

Hora prima I


XX
Sabiéndome observado en lontananza
por aquellos dos mozos aguerridos,
la tuve entretenida con mi lanza
mientras mostraba a aquellos dos bravíos
su hermoso culo menearse en danza
aunque no se escuchasen sus gemidos.
Cuan jugosa su rosa flor estaba
y que bien , ¡condenada!, la chupaba.

XXI
Temiendo que llegara mi momento
y no aguantara sin lechar el gozo
hice yo un leve gesto al firmamento
y al cabo vislumbré partir un mozo
tan henchido  de impulso y de contento
que casi, por correr, se cae a un pozo.
Y seguido va  el otro, a muy corta distancia,
ansioso  por llegar a tanta gracia.

XXII
!Que locura de hembra mi pastora!
¡Y cuan dulce visión su culo en pompa!
(No es de extrañar que este yo a toda hora
tan deseoso de agitar la trompa)
-Siga chupando así , bella señora,
que la sorpresa llega como bomba-
(y la que está al caer ¡es cosa fina!
¡Que poco mi pastora se imagina!)

Hora Prima II

XXIII
A cada recorrido de su lengua
sus ojos me miraban maliciosos
y sin darle a la cosa ni una tregua
absorbía de nabo tan jugoso.
Estando ya los mozos a una legua
deshice el sayo de su cuerpo hermoso
 y todo su esplendor se mostró ahora
en un talle tan bello como aurora.

XXIV
Era la su cintura cual de abeja
y la piel de su espalda seda pura,
su deseo y pasión de una coneja
capaz de hacer perder toda cordura.
Era su vientre liso como teja
y sus pezones pura roca dura
 y eran tales sus artes en el juego
que solo con mirarla ardía el fuego.

XXV
Acariciaba yo su rubio pelo
derramado a murmullos en mi vientre
viendo su cuerpo, como gata en celo,
retorcerse de gusto complaciente
ante el juego de dedos como cielo
que hacían desbordar su sexo ardiente
como un río de lluvias inundado
corriendo de sentidos desbocado.

XXVI
Cuando  mi mano se perdía entera
buscando en lo profundo de su infierno,
no pudiendo aguantar la zalamera
tanto juego de dedos, dulce y tierno
se estremeció y rugió como pantera
que  cobrara una pieza en pleno invierno.
Y fuera tal su grito y su meneo
¡que hasta al carnero despertó el deseo!

XXVII
-¡Apártate! -le dijo en una queja
Que si fueras mancebo te comiera
más siendo macho de cualquier oveja
quererme complacer sería quimera
que si bien, como perra o cual coneja,
quisiera se follada  sin manera
es de miembro viril mi afán de gozo
no de lana tejida como   embozo-

XVIII
Y en dicha esta la cosa y al momento
abrazándose a un árbol culo en pompa
pidió me cabalgar nalgas al viento.
-Véngase aquí escribano con su trompa,
penetre ya mi sexo con su invento,
no tema usted que con su fuerza rompa
nada de lo que alberga en sus adentros
que de su empuje quiero mis tormentos.

XXIX
Alcé me deseoso yo al instante
con mi turgente miembro bien dispuesto,
(que aunque resulte ser algo pedante
aún se hallaba mi falo bien enhiesto)
y cual si fuera de un barco arbotante
lo dirigí hacia puerto con acierto.
Mas antes de sembrar en  dichas huertas
me entretuve jugando entre sus puertas.

XXX
Y es pues que la caricia hace el desmayo
y el arte del amor tiene sus partes
y si la edad te aleja ya de mayo
conviene completar el sexo en artes
de tal manera que en haciendo un sayo
de la capa aún disfruten las amantes.
Que de lo que la edad  resta  bravura
lo devuelve con creces  su cordura.

Hora Prima III


XXXI
Hallaba me ya digo, y me reitero,
jugando ya en sus puertas con mi rabo,
acariciando su chochito entero
con la caliente punta de mi nabo,
cuidando en cada roce con esmero
que solo la cabeza entrara al cabo
y a cada nueva entrada, y de salida,
su piel se estremecía enfebrecida.

XXXII
(Siendo mi polla más gorda que larga,
aunque tampoco escasa en longitudes,
se que es un dulce que a ninguna amarga
pues su cabeza amplía magnitudes
y como aguanta muy bien la descarga
puede atender a mil solicitudes
y se que es esta cosa valorada
al menos , lo que importa, por mi amada.)

XXXIII
-¡Que martirio más dulce y cuan intenso,
casi parece que la metan ciento!-
Gemía así, cual  perra en gozo inmenso,
con sus ojos  perdidos en el viento
y el cielo desprendía aroma a incienso
de tanto contemplarla el firmamento.
Mis manos, en sus nalgas aferradas,
parecieran dos anclas encalladas.

XXXIV
¡Que dulce palpitar sentía mi capullo!
¡Que fuego abrasador ardía en mi punta!
¡Que firme tacto de nalgas en arrullo
enardecía aquellas manos juntas!
Ya sus labios pedían en murmullo
que mi polla clavase bien profunda.
-Aguantad bella dama algún envite
que ya muy pronto os llegará el desquite.

Hora Tercia I

XXXV
Seguí en silencio yo con mi faena
derramando  sus muslos en mis manos
mientras mis ojos buscaban por la arena
la huella cierta de los dos hermanos
Divisé les al fin con  polla en vena,
de tanto refrotarla con las manos,
y con un solo dedo señalando
insté a que uno viniera se acercando.

XXXVI
Actuando los dos con grande disimulo
aparté yo mis manos de sus nalgas
y con la rapidez que actúa un mulo,
cosa que sabes cuando los cabalgas,
posó presto las suyas en el culo
jugando aún con mi polla  entre sus faldas.
Al cabo retiré me yo un instante
y entró el con su trabuco ,triunfante.

XXXVII
Y fuera tal su acierto y tal su atino
y fuera tal su flema y tan ardiente
que a un solo golpe le enterró el pepino
hasta los huevos, digo, mismamente.
Un grito de pasión detuvo el trino
de cualquier ave y todo ser viviente.
Fue tan fiero y atroz aquel empuje
que el mismo tronco al árbol casi cruje.

XXXVIII
Retiré me hacia atrás, aún empalmado,
a tan solo dos pasos de distancia
y casi así me quedo ensimismado
pues  era tal la ardor y tal la gracia
como jamás lo hubiera imaginado
en mis mejores sueños e ignorancia.
¡Que bello contemplar a mi pastora
siendo tan bien follada en buena hora!

XXXIX
Saliendo de mi pasmo y de mi ensueño
pensé en enriquecer aún más el paño
y aunque el zagal ponía un buen empeño
y los gritos de ella no eran daño
quise,   pues era yo  del arte dueño,
despejar a placer el dulce engaño
y andando cerca ya sin disimulo
posé otra mano al fin sobre su culo.

XL
Estaba la pastora tan absorta
y era tal su placer y tan rotundo
que de enterarse andaba ya tan corta
ni a más  hubiera allí explotado el  mundo.
Rocé en su palpitar la henchida vena aorta,
mi caricia sintió su jadeo profundo
y recorrí su bella piel mojada
notando estremecerse su morada.

IXL
Deshaciendo del  árbol yo su abrazo
robé la posición al duro leño
y poniendo su cara en mi regazo
tragó la polla de su dulce dueño.
No hubo palabras ni sintió rechazo
y abrazó mi cintura con empeño
mientras  que, ahogado ahora su gemido,
la sentía chillar, (con menos ruido.)

VIIIL
El frenesí era tal y tan bravío
que sus uñas rasgaban ya  mis nalgas,
y tal era  su goce y desvarío,
que apunto estaba de gastar en salvas
toda la munición de mi navío
y perder la sin más entre las algas
pues tal era su ardor y tal su gozo
que a punto estaba de comerme un trozo.

VIIL
Siendo mi polla  bien muy apreciado,
y al que tengo cariño desde tiempo,
empecé ya a sentirme mareado
al  ver en tal peligro el dulce miembro
que todo hombre prefiere ser ahorcado
antes que mutilar su fiel engendro.
 Y aunque no sea mucha su importancia
preferimos vivir en la ignorancia.

Hora  Tercia II


VIL
Aprovechando pues el buen momento
de su estertor agudo en un orgasmo
y viendo ya al muchacho en su jumento
agotado tal vez de tanto espasmo
y tanta sacudida que comento,
vi el cielo abrirse al fin como en un salmo
y sintiéndola  estar entera y dura
propuse que cambiásemos postura.

VL
Así, al momento, me tendí al reposo
disfrutando la yerba en mi ancha espalda
y contemplando  nabo tan gozoso
poco dudó en meterlo entre su falda
viendo mudar al fin su rostro hermoso
ante el placer de aquella buena narda.
Era su expresión viva una locura
y yo gozaba al fin de su hermosura.

IVL
Si su lujuria rozaba el desenfreno
no era menos la mía ni la de ellos
y viendo al otro al fin ya más sereno
mesando suavemente sus cabellos
decidí darle entrada a otro veneno
y hacerla disfrutar de estos y aquellos
 Y a un gesto de mi mano otro muchacho
acudió bien ligero y vivaracho.

IIIL
Venía ya el buen mozo bien dispuesto
relamiendo su vista en el culete
al ver que lo tenía bien dispuesto
debido a mis caricias en su ojete.
-No penséis en tal cosa-, le amonesto,
que ese es mi privilegio y mi juguete
y si no fuera por mi iniciativa
aún la estaríais meneando arriba.

IIL
-¿Habrá hueco a las dos en este fuero?-
preguntó de inmediato y como urgente
-Mirad que no respondo de mi fuente,
que la he aguantado ya con mucho esmero
y estando ya tan firme y tan turgente
no se  que ha de pasar si más espero.-
Paré a ver que decía mi pastora
mas su boca encontré ocupada ahora.

IL
Sintiendo su silencio asentimiento
y viendo cuán gozaba la ladrona
de haber hallado al fin tan buen asiento,
pensé que quien a una se abandona
habría  de gozar dos con mas contento
y estando chorreada cual meona
no sería de gran envergadura
recibir otra polla, tersa y dura.

Hora Sesta I


L
No gastaba el zagal muy mal calzado
y, aunque larga, era fina en la cabeza
lo cual al menester que nos es dado
hacía bien preciada aquella pieza,
pues estando el conejo ya ocupado
se había de actuar con gran destreza.
Arrodilló se el mozo muy dispuesto
a introducirla al fin con buen acierto.

LI
Apartando las nalgas con sus manos
y  al sentir en las mismas su tersura
no se entretuvo ya en esfuerzos vanos
y acercando la punta con mesura
sintió sus rojos labios tan cercanos
que al punto acrecentó su calentura
y en un empuje decidido y tierno
dio albergue a su cipote en el infierno.

LII
Pillada de sorpresa mi doncella
su cuerpo se tenso como de gata
y volviendo su cara a alguna estrella
tal rugido salió de su garganta
que si no hubiera dejado  su  mamella
a poco con la polla se atraganta
dando comienzo así a un nuevo orgasmo
tan largo como discurso de Erasmo.

LIII
Dos pollas albergadas en su coño
cabalgándola en un placer inmenso
hacían florecer, hasta en Otoño,
mil dulces flores de color intenso
y explotaban así , como retoños,
estremeceres que, entre miel e incienso,
hacían retemblar toda su alma
hasta sumirla en una tensa calma.

LIV
Aferrada a la polla embravecida
del zagal que primero la tomara,
la sacudía tan enfebrecida
que a ninguno asombró que reventara
en espléndido estruendo su corrida
que con grande placer desparramara
derramando el licor sobre su boca
que ella tragó hasta el fin como una loca.

LV
Fue tan grande el placer y tan intenso
que al cabo el buen zagal se derrumbara
y reflejando su sentir inmenso
sus labios dulcemente la besara
pues resultado de aquel bello consenso
tuvo el mayor placer que recordara
y en la visión de tan grande faena
se incrementó el calor en nuestra escena.

Hora Sesta II 

LVI
Sintiendo aquel redoble en nuestro empuje,
su pelo derramado ya en mi pecho,
ya vio  me cual león que cuando ruge
pudiera reventar el firme lecho
y cual la vaca placentera muge
una sonrisa le afloró en derecho
Pues era tal el brío que imprimía
que vio que muy al punto nos corría.

LVII
Y  siendo gran placer en toda hembra
el llevar a su hombre a aquel estado
en que se desparrama, fluye y siembra
con esperma su flujo desatado,
todo su cuerpo de placer ya tiembla
para hacernos correr con el de al lado
pues si el  correr de uno la enaltece,
de tres ya una locura le parece.

LVII
Era su cuerpo al fin tal hervidero
de sensaciones, fuegos y tormento
que la hacían bullir como un caldero
sintiendo esas dos pollas tan adentro
y es que a decir verdad y ser sincero,
entraban tan estrechas al encuentro
que a mi también se me multiplicaban
las sensaciones cuando así la follaba.

LVIII
Estando ya el zagal ,rojo de sangre,
conteniendo su ardor a duras penas
y sintiendo yo ya como un enjambre
de abejas recorrer todas mis venas
vino a ser que al final tuviera hambre
de sentir las corridas a docenas
y moviendo su culo, en buenas mañas,
nos hizo reventar en sus entrañas.

LIX
Y fuera tal el goce y  el contento
y tal el alborozo y alegría
que ya su orgasmo se apunto al momento
de sumarse a tan grande algarabía
y así los tres salimos del convento
y así explotamos como flor de un día
en espasmos de orgasmos dolorosos
pero al cabo y al fin también gozosos.

Hora Nona


LX
Dejó poco al descanso la verbena,
lo justito y cabal  que merecía,
y aún jadeante, con su ardor en pena,
con aviesa mirada sonreía
dispuesta a re emprender nueva faena
púes el ardor en ella se crecía
y con su  boca, en artes sinuosas,
se afanó en revivir aquellas cosas.

LXI
No tardó su lenguaje en convencernos
púes era tal su hechizo y su meneo
y eran tales sus artes del averno
que incluso al  casto hijo de Teseo
hubiera conducido al mismo infierno
de haber sido de ella su deseo
y de nuevo con tres falos ardientes
dio a su imaginación nuevos mordientes.

Hora de Vísperas

LXII
-Que sorpresas me trajo el escribano-
Me dijo, ya en extremo sonriente,
mientras la meneaba complaciente
a aquellos dos zagales con la mano,
- Tome en premio mi culo ya impaciente
y desflore su rosa de verano
que ya la encuentro yo muy deseosa,
ardiente , palpitante y bien jugosa.-

LXIII
Viendo yo aquella fresa complaciente,
asomando en su culo cual diana,
no resistí y me puse diligente
a despertar su flor a la mañana,
que en esto es conveniente ser prudente
y esmerarse de forma muy liviana
no valla a ser que por meterte en prisa
no vuelvas a calzarte tal camisa.

LXIV
Comencé suavemente mi masaje
sobre su hermoso culo con mesura
haciéndole sentir aquel mensaje
con hilos de candor y de ternura
tan bien trabados en aquel lenguaje
que al punto la vi arder de calentura
sintiéndolo tan tierno y palpitante
que hube de contenerme como amante.

LXV
No fue hasta no tenerlo preparado
y bien dispuesto a recibir su premio,
de mis labios y lengua lubricado
y  con los dedos vencido al asedio,
que lo mirase ya de si entregado
y a sus placeres, clamando  remedio,
hiciera oídos mi ser y mi alma entera
y hasta su ojete aproximé la pera.

LXVI
Y fue tan tierno el juego de los previos
que contagiado de el la bella dama
 relamía hasta ponerlos ebrios
aquellos dos cipotes como ramas
haciéndoles sentir tales los nervios
que a poco ya su semen se derrama
 y conteniéndose le dijo un mozo,
-¡ Para un poco pardiez que así te gozo!

Hora de Completas


LXVII
Bajando ella sus hombros en desmayo
y agarrando la yerba con su mano
buscó le dar así más firme apoyo
al cipote febril sobre su ano,
que cual capullo de una flor de mayo
se abría ardiente ante calor tan sano,
y empujando su culo hacia mi vientre
tragó todo el candor muy suavemente.


LXVIII
Lo que de allí siguió fue tal locura
de gemidos, susurros y pasiones
que las palabras no tienen holgura
para dar más razón ni descripciones
a los sentidos que esa miel procura
ni  del mundo de tales sensaciones
y a su imaginación dejo el consejo
de lo que aconteciera en el cortejo.

LXIX
No acabaron las cosas todavía
ni se  mudara la pasión en  hielo
pues el fuego ya en todos acrecía
un ardor tan potente como fiero
y aún fuera muy follada en aquel día
aquella gata que contempló el cielo.
Pero eso son historias de otros lares
que darán buen lugar a otros cantares.

Corolario 


LXX
Bástenos concluir, con moraleja,
que quien cornudo es por estos lances
no ha de sentir así sobre su ceja
el peso de osamentas galopantes
que antes que se consuma como vieja
aun han de disfrutarla mil amantes
y compartir pasiones en el lecho
con hombres y mujeres sin despecho.

LXXI
Pues quien de los placeres no disfruta
y atiende a estos quehaceres con pereza
poniendo mil fronteras en la ruta
que hiciera el creador con gran belleza
antes que hijo de Dios es hideputa,
y un servidor tan vil y sin nobleza,
que desprecia los dones otorgados
tan sabiamente  del Señor creados.

LXXII
Añade  ser tan vil otro pecado,
a más de la pereza el del orgullo
pues a juzgar se atreve, el muy osado,
la obra del creador como un barullo
y es esa vanidad de ser malvado
la que hace de aquel ser tan gran capullo
pues si Dios creo el sexo y el sentido
no es el quien a juzgar su cometido.

LXXIII
Si de los siete males capitales
uno ha de condenarme en el infierno
que sea la lujuria y no otros tales
la que mi ser disfrute hasta el invierno
y que  me de hasta el fin tantas vestales
como almas debe haber en el averno
que quien aquí no disfrutó un  ojete
no espere hacerlo en lo que se promete.

LXXIV
 Repasado ya bien aqueste  engendro,
quizás tan solo puras fantasías,
comenzado a narrar como don Mendo,
hará tan solo algunos pocos días,
he pasado yo aquí  rato estupendo
compartiendo con  otros  alegrías
 y siento terminar, por el momento,
a la espera de darles otro cuento.

LXXV
Y así le pongo  fin como Cyrano
quien de su gran nariz hizo un invento
y procuraba gran placer profano
a toda que probase el instrumento
que como verso salido de su mano
acariciaba su nariz el ano
con tal sentir y tanta donosura
que el defecto trocaba en hermosura.


Pecado Carnal (El erotismo de la comida)


“CADA EDAD TIENE SU PECADO CAPITAL.   A LOS VEINTE PADECÍA LA LUJURIA, A LOS TREINTA LA IRA Y A LOS CUARENTA LA SOBERBIA.  AHORA, EN MIS CINCUENTA CORRIDOS, Y ANTES QUE ME LLEGUE LA AVARICIA, QUE ES MALDICIÓN DE VIEJOS, BENDITA SEA ESTA GULA QUE ME LIBRA DE TANTOS MALES Y, A LA QUE DEBO TANTOS BIENES.”

(Farsa y justicia del corregidor- Alejandro Casona)

En ocasiones ponemos tanto énfasis en adornar nuestros encuentros sexuales que dejamos el más preciado erotismo de lo natural y espontáneo tan encorsetado y constreñido en lo artificial que termina por perder gran parte de su gracia y  encanto.

Los dos placeres del hombre más apreciados son la lujuria y la gula y eso es debido a que ambos obedecen a la necesidad de supervivencia que se imprime en nuestra naturaleza más salvaje y animal.

El placer que supone satisfacer al sustento y aquel que se encamina a  satisfacer a la procreación y perseguir  la continuidad de nuestra sangre y especie, no tiene parangón con ningún otro y así, de la unión de ambos placeres, se encuentra la historia preñada de ejemplos y búsquedas hasta llegar a nuestros días modernos en que , nuestro afán por organizar todo convenientemente y a todo darle una significación comercial, ha dado en recrear una nueva moda de la denominada “cocina erótica” con la proliferación de restaurantes especializados en este tipo de actividad que, antes que despertar la lívido, suelen más bien adobarla por lo grotesco y exagerado no solo de su cocina sino de su ambiente.

Mi particular sentir en este aspecto me inclina a creer que no existe tal cocina erótica sino, antes bien, un erotismo en el comer que si se une a la propia erótica de los manjares sexuales puede crear una comunión perfecta de placeres y sentidos.

Siendo yo un firme adorador de ambos placeres siempre he tenido un gran cuidado en recrear la parte gustativa para preparar las artes del amor pues soy un firme seguidor del postulado clásico que dice “Sin Baco y Ceres , Venus se enfría” y bien sabido es que en el amor todo ha de estar caliente menos el Champagne, pero no es menos cierto que las comidas también han de estar cuidadas y medidas a la hora de preparar el acto amatorio.

Dejando al margen cosas tan evidentes como evitar ciertos alimentos como el ajo o la cebolla en las horas previas a un romance, no es menos necesario contemplar un cuidado y esmero en otros aspectos como, por ejemplo, evitar los productos tales como las coles de Bruselas, patatas y coliflor o bróccoli que, aunque a menudo pueden presentar en nuestra mesa agradables toques de color y forma, su flatulencia entre las sábanas no resulta nada erótica ni conveniente y menos si el exceso puede provocar el trasladar otros toques de color a las mismas pues es evidente que no hay nada menos erótico que un sonoro pedo entre nuestras caricias y , menos aún, en determinadas actitudes “numéricas”.

Por otro lado, la creencia muy extendida de que es mejor ayunar si se va a dar rienda suelta a las pasiones amorosas con el fin de ir ligero, es algo, por experiencia, muy poco conveniente al caso.
Recuerdo  una ocasión en que asistiendo a una cena, de esas de postín y protocolo con numerosa gente, me correspondió por lugar y enfrente una hermosísima mujer de amplio y generoso escote que lucía con un desenfado insinuante y provocador.

Su hermoso cabello rizado resbalaba sobre los hombros, esculpidos sin duda en  mármol, como una cascada alegre de azabache y sus profundos ojos verdes parecían acariciarte en cada mirada haciéndote sentir el tenue murmullo del aire de sus pestañas.

Nada más verla agradecí al cielo el acierto del mayordomo de la casa al distribuir los comensales en la mesa prometiéndome que no podía marcharme de allí sin agradecerle, personal y generosamente, la perfecta disposición del servicio.

La cena transcurrió en una conversación agradable y a veces silenciosa donde las palabras dejaban paso al silencio de los gestos, al leve juego de los dedos con la servilleta o al tenue roce de las manos al ofrecerle una copa.

Los platos iban pasando y mi dama, apenas en un gesto, los probaba para retirarse tan enteros como llegaban mientras nuestro juego de seducción se iba haciendo cada  vez más evidente  y cercano.
Las palabras se convirtieron en murmullos y el encuentro casual de nuestros pies bajo la mesa se convirtió en caricias y en abrazos que hacían arder nuestros deseos más profundos.
Es evidente que, para cuando llegaron los postres, todo nuestro afán estaba ya centrado en como salir de allí cuanto antes.

Para ella fue fácil pues conocía escasamente a los anfitriones, según me había dicho y nada más levantarnos para tomar en el salón los cafés y licores se dirigió a Eduardo y Margarita y, muy cortésmente, se despidió de ellos agradeciéndoles su maravillosa atención.

A mí, sin embargo, la despedida se me hizo interminable. Eduardo insistía en que tenía que hablar conmigo de unos proyectos y de la adquisición de unos caballos árabes mientras Margarita me pedía dulcemente que me quedara un ratito por otros motivos mucho menos confesables.

Cuando por fin pude argumentar una excusa creíble conseguí salir a la calle. Un fresco aroma de verano recorrió mi rostro y pude ver, justo al pie de la escalera, un descapotable blanco que encendía en ese momento las luces.

Ella me esperaba impresionantemente bella, con el largo vestido rojo recogido hasta unos muslos que hubieran hecho las delicias de Miguel Ángel y un cigarrillo encendido entre los dedos.

Salté sobre el asiento del acompañante cuando ella arrancaba y me pasaba el cigarrillo con el filtro rodeado de su amor de carmín, mientras yo me quitaba la oprimente pajarita de mi cuello. Revolvió mi pelo con su mano en un gesto juguetón y luego, agarrándolo fuerte, hundió mi cara en su escote caliente.

No tardamos en llegar a mi casa. Vivía solo a unas calles de la casa de Eduardo y , de camino al dormitorio, nuestros cuerpos se fueron desnudando hasta caer sobre la cama abrazados a la ropa interior en un beso profundo y ansioso.

Fue entonces cuando lo percibí. Comenzó como un murmullo sordo y extraño que iba creciendo a cada caricia y en cada estremecimiento de su piel bajo mis manos.

Aquel ronroneo nacía de su estómago y se iba convirtiendo, a cada caricia, en un rugido feroz que atenazaba nuestros cuerpos en una especie de terror gélido que, inevitablemente, me hizo estallar en una sonora carcajada de la que posiblemente aún resuenen los ecos entre las paredes de mi antigua casa. El magnífico crescendo de sus tripas podía evocar cualquier cosa menos erotismo.

Es evidente que mi diosa se desvaneció sonrojada y, aunque yo la insistí para que se quedase y esperásemos a después del desayuno, la pasión ya había muerto por inanición.

Es cierto que la comida tiene una erótica importante.

Pero la tiene por si misma, sin añadidos ni especias extrañas, sin afeites ni extravagancias discordantes. La tiene por el mero hecho de que el acto de comer reviste una voluptuosidad tan electrizante como la pueda tener la lencería más sexy o el más sugerente de los escotes.

No hay nada más seductor que una mujer que tenga el mismo apetito sexual que gustativo.
No hay nada más seductor que  Gloria con la que esta unión de placeres carnales alcanza su plenitud y esplendor.

Serían cerca de las tres de la mañana y llevábamos follando desde las nueve de la noche anterior. La ventaja de tener un rollo habitual con tu vecino es que este tipo de festines eróticos entre dos hombres y una mujer, se convierten en una delicia habitual que a muy pocos es dado disfrutar con la plenitud que otorga la confianza y el cariño de lo cotidiano.

Al igual que se degustan los placeres de los mejores manjares cuando uno está saciado y no se ve forzado por el hambre ansioso de la necesidad, en el sexo se sublima el placer en su práctica y en el conocimiento de las partes, en ese hacer despacio y relajado que casi te llena pero que jamás te deja sin apetito.

El sexo a tres tiene la virtud de que siempre hay alguien con energías suficientes y, de esta forma, mientras uno se entretiene jugueteando con el pan de las caricias otros degustan los placeres de la pasión que brindan las tajadas más jugosas y todo se convierte así en un banquete continuo de sensaciones en que, como en la mejor mesa, unos platos van abriendo el camino a otros con tal delicadeza y esmero que, antes que dejarte harto,  en seguida reviven el espíritu y preparan el ánimo para nuevas emociones.

Así estábamos como decía a las tres, casi hartos de follar pero sin querer dejarlo, cuando Gloria se incorporó de rodillas sobre la cama y nos dijo – Tengo hambre.-

Rafa y yo nos miramos tendidos en las sábanas sin poder esconder el cierto alivio que nos procuraba aquel inesperado descanso.

-Yo había preparado una lasaña para cenar pero como no nos has dado ni una oportunidad para probarla ahí se ha quedado en el horno.- repliqué como buen cocinero ofendido ante el desprecio de sus manjares.

Cuando Gloria tiene hambre, tiene hambre y puedo garantizar que a esas alturas de la noche las únicas opciones que quedaban eran comer o dar la fiesta por terminada, cosa que no parecía apetecer a ninguno de los tres pues, como digo, el sexo siempre abre el apetito al sexo.

Decidí por tanto ir a la cocina y separando en tres cazuelas de barro una buena ración de lasaña para cada uno, calenté las viandas en el microondas y las llevé al dormitorio con el fin de comerlas allí mismo, en aquella cama en que estábamos tan a gusto, para degustarlas al más puro estilo romano, desnudos y sobre un triclinium, pues este era el modo que usaban los romanos de comer en las grandes fiestas y bacanales, recostados sobre una cama de este nombre y , sobre todo , porque me parecía la forma más placentera de hacerlo.

Cuando llegué Gloria ya estaba entreteniendo su boca saboreando dulcemente la polla de Rafa que recibía el placer relajadamente tumbado con los ojos cerrados y las manos detrás de la cabeza.   
         
Me aproximé despacio y , dejando la bandeja sobre la cama, introduje suavemente mis dedos en el jugoso chochito de Gloria entreteniendo mis caricias suavemente entre sus labios.

– Ya tenemos aquí la cena.- anuncié sin darle mucha importancia.

Gloria se incorporó y , besándome dulcemente en mis labios dijo – Gracias cariño.-

-         - Cuidado que estará bastante caliente.

-        -  ¡Uff!, está ardiendo.- replicó Gloria tras intentar acercar una cucharada a sus labios.

Rafa , entre tanto , se había incorporado masajeando su polla suavemente con la mano derecha que ahora presentaba ya ese aspecto noble y apetitoso de un miembro en plena erección y , apoyando su mano sobre los hombros de Gloria la hizo ponerse a cuatro patas sobre la cama para cogerla por detrás agarrando fuertemente sus nalgas.

-          Pues esto si que no puede esperar más, que también está muy caliente.

La entrada fue profunda y cálida y yo pude ver el gesto de Gloria contrayendo el placer en sus labios.

-        -  ¿No tenías hambre? Pues come.- Dijo Rafa en una voz ronca de deseo

El aroma de la lasaña impregnaba la habitación mientras Rafa la embestía con profundas sacudidas y yo observaba su cara recostado ante su rostro. Los gemidos escapaban suavemente de su boca y su piel brillaba entre el sudor y la tenue luz de las velas. Pasaron unos minutos y mis dedos jugaban entre sus labios que , ávidos, mordisqueaban y chupaban a placer.

Otro ronquido de Rafa.

-          Dale de comer.

Cogí una de las cazuelitas de barro y llené una cuchara. Con suavidad mis labios soplaron la humeante lasaña para templarla un poco justo ante la nariz de Gloria que gemía en un murmullo interior de esos que se expresan en todo el cuerpo antes de oírse.

Sus ojos me miraban en un paseo entre la gula y la lujuria sin atreverse a tomar determinación sobre ninguno de los dos placeres.

Acerqué lentamente la cuchara a sus labios y estos rozaron suavemente la crema fundida comprobando su temperatura para, a continuación, abrirse como una flor hermosa que pidiera alimento.

Su boca era un poema de amor en plenitud formando un perfecto óvalo enmarcado por sus labios encendidos en deseo.

Introduje la cuchara en esa puerta maravillosa y , apoyándola en la cuna de su lengua, le ofrecí el manjar a sus deseos.

Sus labios se cerraron al mismo tiempo que sus ojos y un inmenso placer se reflejó en su extasiado rostro.

Las caderas de Rafa seguían meciendo el ritmo de su hermoso culo y, a cada embestida, sus gemidos se mezclaban con los sonidos típicos de una degustación carnal tan placentera en una sinfonía de éxtasis contenido.

A cada rato sus ojos se abrían y su boca pedía, vacía, una nueva cucharada mientras yo observaba los hermosos movimientos de su garganta al tragar.

Un primer orgasmo profundo iba creciendo en su vientre y en su piel mientras veía a Rafa contener su ímpetu para aguantarlo mientras susurraba a cada nuevo bocado – ¡¡Me encaaaanta!!

Entre jadeos y estertores de placer las cucharadas iban dando fin a la cazuela mientras Gloria relamía con su lengua los últimos vestigios de bechamel en la cuchara y en sus labios.

Me incorporé de rodillas ante su rostro y su boca ahora engulló la cabeza de mi miembro saboreando su tibio calor.

Los tres explotamos en un orgasmo en el que se mezclaban los sabores y los aromas e invadían nuestros sentidos en una dulce mezcla de sensaciones.

La noche dio aún lugar para muchas aventuras que alcanzaron el amanecer y el desayuno nos encontró de nuevo a los tres en la cama.

Aunque siempre he sido un firme defensor de la comunión perfecta entre comida y sexo no puedo creer en la cocina erótica más allá de lo que creo en el poder erótico en contraposición a la placentera erótica del poder. No existe, para mi entender, ninguna comida afrodisiaca al menos ninguna más que otra pero si existe una erótica del comer que puede ser, en algunos casos, sublime.