viernes, 28 de septiembre de 2012

Nueva estructura del Blog para un mejor acceso a contenidos

Queridos amigos:

Emprendemos una nueva fase en nuestras vidas en muchos aspectos y esto se ha hecho presente también en nuestro Blog.

Lo hemos reestructurado con el fin de hacer más fácil el acceso a sus contenidos y localización de temas.

Además hemos añadido nuevas secciones con el fin de hacerlo más participativo.

En esta nueva fase intentaremos acercaros cada día temas interesantes y dotar de contenidos más frecuentes al Blog sin perder su enfoque de experiencia personal.

Nos encantaría que participaseis en el mismo con vuestros comentarios y seguimiento, haciéndoos , así mismo, miembros de nuestro Blog.

Agradecemos a todos vuestro interés.

                                                                   Besos

domingo, 16 de septiembre de 2012

Las reglas del juego


Recapitulando a día de hoy


Hace ya tiempo que empezamos nuestra andadura en estos terrenos que nos parecían tan tentadores como resbaladizos y ahora, que gozamos de una cierta posibilidad de perspectiva, es el mejor momento para hacer una pequeña reflexión sobre dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí.

Lo cierto es que todas nuestras dudas e inseguridades se han ido desvaneciendo en el camino y hoy abordamos nuestra vida sexual con la misma naturalidad que un célibe aborda la suya.

En definitiva no dejan de ser opciones que elegimos porque suponemos que nos aportan algo positivo a nuestra vida o que, al menos, la renuncia a determinadas cosas nos merece la pena respecto al bien que nos procura.

Cada vez nos sentimos más cómodos y naturales en nuestras relaciones y eso nos permite a su vez exprimirlas con mayor placer y gusto.

Hemos aprendido, entre otras cosas,  que existen unas bases importantes para desenvolverse bien en este “juego” a las cuales nunca se debe renunciar y que, en un escueto resumen, podemos definir como:

Confianza: entre nosotros y para a los demás. Es la base para sentirse a gusto y hacer sentirse a gusto a aquellos con los que te relacionas. Confianza para que sean ellos mismos, para acertar o equivocarse pero nunca dejar de aventurarse, para expresarte con libertad a la hora de sugerir o limitar…

Naturalidad: En el momento en que la sexualidad compartida se convierte en algo tan natural como la piel, en que no tienes que pensar lo que haces o vas a hacer ni tienes que consultarlo o advertirlo porque te intuyen e intuyes, porque eres capaz de hablar y comprender sexualmente como si fuese tu lengua materna y cada caricia o cada gesto es dado o recibido como si tuviera que estar necesariamente allí y en ese momento.

Flexibilidad: No partir de esquemas o premisas excesivamente cerrados y estar dispuestos a abrir los momentos en cada relación según sea su devenir. No esperar nada concreto ni específico ni fijar un objetivo como alcanzable o , por el contrario, como elemento disuasorio de un más allá, de una posibilidad de algo distinto.

Tiempo: Tiempo para conocerse y darse a conocer. Tiempo para disfrutar plenamente el crescendo de una relación. Tiempo para  abordar el conocimiento de los otros con calma y sin precipitaciones. Tiempo para perfeccionar las relaciones y profundizar en ellas. Tiempo para asimilar. Tiempo para decidir. Tiempo para estar.

Oportunidad: Saber encontrar el momento adecuado para el encuentro es fundamental. Un momento ilusionante o divertido, propicio en todo caso a todos los intervinientes y que garantice el mejor entorno y situación posibles. La precipitación, aunque en determinados casos puede formar parte esencial del encanto, nunca es recomendable, aunque, por otro lado, la excesiva demora puede dar en el enfriamiento de los impulsos iniciales.

Disfrute: Es el único fin. La satisfacción plena o la aventura de estar en el camino para alcanzarla sabiendo, como añadido gratificante, que esta es imposible de alcanzar y que, por tanto, el camino nunca perderá su atractivo.

Es evidente que puede haber más bases o que estas no tienen por qué coincidir plenamente en todos los individuos que conformamos este mundo especial.

En post sucesivos iremos ahondando e ilustrando con algunas experiencias esta breve exposición.

También es cierto que, al volver la vista atrás, añoramos algunas cosas que se han perdido en el camino. Relaciones que, a veces la distancia u otros avatares, no se podrán revivir o sensaciones únicas que nos hubiera gustado poder disfrutar con el conocimiento de ahora pero que, de no haberse producido en su momento y con sus características, no nos habrían llevado hasta aquí.

En esta nueva etapa de nuestro diario trataremos de ir reflejando todas estas pequeñas cosas para que nos sirvan , dentro de otros pocos años, para mantener el recuerdo y volver a sacar algunas conclusiones.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Transformación

   
   Empezó a fumar ya desde los doce años pero jamás un cigarro le supo, ni le sabrá, tan amargo como aquel. 

   Recuerda aquella noche fría en la que la vio por primera vez.


   Hacía tiempo que salía con un grupo de amigas y frecuentaba las calles y los bares de chueca; normalmente se arreglaba demasiado para salir, intentando impresionar con sus vestidos y maquillaje, pero aquella noche no quería seguir escondiéndose tras esas pinturas de guerra, en esa pugna adolescente de descubrirse a uno mismo, había optado por algo más natural. Si alguien se fijaba en ella no iba a ser por su ropa o sus retoques. 


   El local estaba atestado de gente. El humo flotaba en el ambiente y la música bailable era la  típica de un sábado noche. Hacía poco que salía por el centro de Madrid, su condición,  tímida e insegura, le hacía sentir como una mala jugada de póker a la que solo vas si no queda otro remedio. 


   La vio entrar por la puerta, bajando las escaleras del local con sus amigas.


   Como en un foco  solo podía ver su pelo negro como el carbón y la piel blanca de su hombro asomando descuidada bajo el abrigo. 


   Se apostaron en una esquina del local para pedir unas copas, durante horas observó su  risa continua, no podía arrancarla de sus ojos.


   En cualquier otra noche  su mirada hubiese bailado  detrás de todas las mujeres buscando descubrir la belleza especial de cada una pero aquella, en su equina, tenía algo diferente,… algo misterioso que no podía terminar de percibir y que le inquietaba. 


   Su risa era ahora una mordedura en sus oídos que apagaba la música. Se había quitado  el abrigo y pudo ver la espalda descubierta solo empañada por una ligera tira de algodón  que sujetaba la pequeña camiseta que apenas ocultaba su cuerpo. 


   En un instante ella la miró  sosteniendo profundamente sus ojos sobre los de ella, casi hiriéndola hasta hacerle apartar su rostro hacia otro lado insultándose, avergonzada, queriendo hundirse en la tierra, desaparecer en su insignificancia. 


   Solo al volverse para apurar su copa y largarse cagando leches de allí descubrió que, a menos de un palmo de su cara estaba ella. A  media cabeza por debajo de la suya, su leve e inquietante cuerpo no dejaba de hacerle sentir  como una diminuta hormiga. 


   -“Llevas un buen rato mirándome”. 


   No supo que responderla, tampoco le había escuchado. Jamás había contemplado unos ojos tan negros, una piel tan blanca y esa  nariz fina en perfecta armonía con su rostro, y esos labios…..de un color rosado, carnosos, suaves y atractivos que llamaban a comerlos y no parar nunca........ 


  -“Me llamo Iratxe” 


   Entonces como si el embobamiento en el que se había mantenido toda la noche se esfumara, sus palabras comenzaron a brotar  como si de toda la vida la conociera. Hablaron y hablaron tanto, que las amigas de cada grupo acabaron marchándose y dejándolas solas. 


   Cuando cerraron el local se fueron a casa de Iratxe hablando todo el camino sin recordar ya ninguna conversación. 


  Y os aseguro, que lo que Iratxe le enseño aquella  noche a esa niña insegura y tímida, no lo enseñan ni en ninguna película, ni en ningún libro ni en cientos de vidas. 


   La enseño a descubrir en su cuerpo los placeres sin necesidad de ser penetrada por ningún miembro, a recorrer suavemente sus pliegues y alcanzar  los orgasmos más fogosos e insoportables que hasta entonces jamás había tenido. 


   Seis largos meses de enseñanza le hicieron convertirse en  mujer. La timidez y la inseguridad dejaron paso a la sensualidad y el perfume de la seducción abriendo su conciencia a la atracción que desataba, tanto en hombres como en mujeres, y aprendiendo a aprovechar todas esas armas para su disfrute personal. 


   Pero a la vez que se sentía mejor con su cuerpo, aquel que tan poco le gustaba antes, una sombra  iba creciendo, abrazando la relación que mantenía con Iratxe. Los celos y la intensidad la hacían más hiriente día a día. La vida era imposible, con esas pequeñas cosas que muy de vez en cuando las mujeres somos propensas a hacer sin saber que destrozamos todo lo que hay a nuestro alrededor, haciendo que en cada encuentro el dolor avive la pasión y el deseo, hasta saturar el aire y hacerlo sangrar de forma insoportable. 


   Aquel sábado noche en que las  calabazas inundan la decoración de casas y escaparates, sabía que seria la última vez que estaría junto a ella.


   Habían quedado en la casa de Iratxe, sus padres se iban ese fin de semana, un día antes habían discutido y ya las dos eren conocedoras de la decisión que sin palabras habían tomado. 


   Llego a su casa despacio, como sin querer llegar, y ella estaba allí, preciosa como siempre.


   Llevaba su larga melena suelta, recién lavada, que resaltaba el brillo de ese color negro que tanto le excitaba cuando se lo soltaba. Sus labios estaban pintados de un color que no hacía honor a su tono natural. Un sujetador rojo guardaba  aquellos pechos que para su cuerpo en general resultaban grandes, pero tan tersos y bien puestos que lo que hacían era que ella se pusiera como una moto notando como el tanga que llevaba empezaba a humedecerse.


   Unas braguitas rojas con el liguero a unas medias rojas rematadas por el tacón de sus zapatos negros, ponían fin a su indumentaria. 


   Viéndola ahí de pie, en medio de la habitación con las luces apagadas pero inundada de velas a cuya luz veía como sus ojos, eternamente negros, se empezaban a humedecer. No hacia falta que la dijera que aquella noche sería la última, Iratxe lo sabía. 


  Se quedó inmóvil en medio de esa habitación.


  Sabía que ella disfrutaba observándola, viendo ese cuerpo blanco como la nieve que, a veces, parecía tan frágil que le hacía pensar que se rompería en mil pedazos si lo tocaba.


   Se acercó, poco a poco, quitándose el abrigo y se coloco a unos centímetros notando como su cuerpo desprendía ese deseo ardiente de fundirse con ella…  


   Alargó su mano y acarició su suave pelo. Se dirigió a su largo cuello de cisne, acariciándolo despacio, suavemente sabiendo que  era uno de sus puntos más débiles y acercando su cara a la de ella  le besó la nariz.


  Paso sus manos lentamente sobre sus labios para quitarle el pintalabios, no la gustaba ese color, prefería su rosa natural, y cuando ella quiso hablar, seguramente para pedirla que no lo dejaran que se dieran otra oportunidad como muchas veces habían hecho, la beso para callarla.


   La besó fuerte, como queriendo absorber su alma, jugando con su lengua y con  sus labios carnosos, como le había enseñado y tanto le gustaba, mordisqueándoselos  hasta la saciedad, hasta herirse las dos de tanto amarlos. 


   La estrechó fuerte entre sus brazos, aquel cuerpo tan pequeño se estremecía en cada poro de su piel. La besó sin descanso, sin dejarse respirar la una a la otra, ahogándose  entre gemidos de placer y de dolor… y entonces las manos, fervientes de tocar todos los rincones que ya conocían pero que sabían que no se volverían a encontrar  ya, empezaron a recorrer  sus cuerpos, fuerte, como a las dos las gustaba tocarse, pellizcándose los muslos, agarrándose a la otra sin querer separarse. 


   Se tiraron al suelo y con una fuerza y pasión que hasta entonces  nunca habían vivido las dos, se hicieron el amor  con las bocas…, con las manos… , con sus sexos…, arrancándose la ropa la una a la otra y cuando ya, en el clímax de todo, ella encima de Iratxe follándola con su sexo bien apretado, haciéndola gritar y llorar del placer, agarrando fuerte las piernas que abrazaban su cintura y juntaban los pechos de las dos sin dejar un solo hueco,…  llego el estruendo del orgasmo, un orgasmo de sangre en el que ella, clavando sus uñas en sus muslos, se hermanaba con  Iratxe que, en ese momento, donde el placer y la lujuria invadió su cuerpo entero, desgarró con las suyas su espalda  dejando en cada lado cuatro marcas de sangre que la surcaban de arriba a abajo. 


  Extenuadas las dos, encendieron un cigarro, un cigarro que jamás le supo tan amargo, aun manteniendo el sabor dulce de Iratxe en su boca y en su piel. 


  La recuerdo, me excito y me entristezco.

Room 406 AC - Córdoba




Aquella mañana habíamos quedado en conocer a una parejita joven que se quería iniciar en este mundo.

Al igual que nosotros habíamos tenido en su día nuestros “padrinos” también, cuando la gente solicita nuestra ayuda, nos gusta hacer todo lo posible por tender una mano a aquellos que se inician y quieren orientarse un poco.

La labor de lo que nosotros llamamos  “padrinos”  es muy importante ya que de las primeras experiencias que viva una pareja, dependerá en gran medida su evolución incluso permanencia en este ambiente y, en cualquier caso, podrá evitar decepciones y errores.

El caso es que habíamos quedado hacia la una de la tarde con el fin de tomar un refresquito y charlar con esta parejita.

En una mañanita primaveral de no se que mes aunque recuerdo que no se habían metido aún los calores de Mayo de Córdoba, Gloria se había arreglado de una forma sexy pero adecuada.

Su faldita corta y ligera, de esas que parece van a echar a volar en cada movimiento y una blusa desenfadada de gasa le permitían desenvolverse con esa sencillez de las mujeres que saben gustarse solo con su propia piel como vestido.

Yo, en mi madurez habitual, había optado por mi corte clásico y señorial, un sport vestido con una americana abierta y camisa de seda rosa palo, que, unido al porte que me confiere mi bastón da un toque elegante y atractivo a este caminar reposado que me confiere la cojera.

Lo cierto es que como pareja tenemos ese toque especial que sobreviene del equilibrio entre la frescura de Gloria y la templanza de los años que uno lleva encima confiriéndonos un atractivo casi magnético.

Habíamos quedado en La cafetería Roldan, muy próxima al arco de entrada al casco viejo, donde está la estatua de Aberroes y posiblemente la mejor pastelería Cordobesa y como nuestras gestiones ese día en Córdoba nos habían llevado menos tiempo de lo previsto, nos enfrentábamos a más de una hora de espera hasta nuestra cita.

Cansado del paseo, mi pierna manda siempre en mi camino, me senté en la terraza mientras Gloria se adentraba en la cafetería con el fin de elegir algún dulce que pudiese competir con su eterna sonrisa.

Sin decirle nada a Gloria, al aproximarnos, una mujer había llamado mi atención de una forma especial. Era una pareja de extranjeros que consultaba un mapa de Córdoba.

Elegí para sentarme la mesa de al lado, y lo hice de forma tal que quedásemos  enfrentados directamente a ella.

Un vestido ceñido, de falda a medio nuslo en color marfil, contrastaba con el tono cobrizo de su piel y una preciosa pamela a juego y en los mismos tonos apenas podía esconder, desde mi perspectiva, el increíble atractivo de su belleza afro-asiática.

El desdén de su pareja, un hombre rubio y pálido de aspecto escoces, con su Nikon colgada al cuello enfrascado en la lectura de sus mapas y sus guías, hizo inevitable que nuestras miradas se enfrentaran al tomar yo asiento percibiendo, de inmediato, cómo lo hacían manteniendo su fijeza unos instantes más de lo que el decoro permite en un acto social convencional.

Con una leve inclinación de la cabeza saludé a la mujer esbozando una seductora  sonrisa al alzar de nuevo mi rostro hasta sus ojos a lo que ella respondió con una  graciosa y leve inclinación lateral de su cabeza correspondiendo elegantemente a mi sonrisa.

Instantes antes había podido observar como miraba a Gloria al dejarme en la mesa y como le seguía en su caminar hacia el interior de la cafetería.

Gloria tiene ese andar felino con el que algunas mujeres nacen como producto de una clonación natural, ese andar, seductor sin querer, que les hace flotar y bailar danzas eternas de seducción, al compás de una música imperceptible.

No era la mirada de una mujer que se fija y mira a otra en ese afán investigador y comparativo tan propio de la mayoría, era esa mirada inconfundible de la mujer que gusta de su propio sexo y se complace en contemplarlo e imaginarlo.

Es evidente que para Gloria no había pasado inadvertida la belleza y condición de la mujer de la mesa de al lado. Incluso ya le había detectado desde la distancia, a muchos metros de nuestra llegada, y mi lento caminar había procurado que su observación captase de antemano esos detalles que a un hombre se le escapan.

Las mujeres tienen mucho más instinto que los hombres en todo lo que se refiere al plano sexual.

Podríamos decir que se encuentran mucho más próximas a los estímulos naturales y animales de seducción,  a sus gestos, sus olores, los silencios y las miradas,…., todas esas cosas que, en ocasiones, los hombres, más dados a la racionalización de nuestras relaciones, tardamos en percibir,  llegando incluso a hacerlo en las más de las ocasiones cuando el tren ya ha pasado, a ellas se les presentan como señales luminosas, inequívocas,  que les muestran un camino evidente de atracción.

Lo percibí claramente a su regreso.

Su forma de caminar poderosa, sabedora de la mujer a la que miraba y que me miraba a mi, eclipsó por completo la atención de la dulce pamela en su favor recorriendo su  caminar y su cuerpo como si  desde sus  ojos se derramase  una segunda piel sobre la de Gloria.

 Pude notar en ella esa tensión del cuerpo que antecede a la caza en las panteras y como su pecho se inflamaba en una respiración honda y profunda, ensanchando la ventana de su escote de bronce, al tiempo que su cuerpo se erizaba en esa sensación de escalofrío que arranca desde lo más íntimo del sexo aflorando en la piel como una explosión vital e irreprimible.

Contemplar tanto poder de seducción y atracción sin palabras, sin gestos,  es de una belleza indescriptible.

Cuando Gloria se sentó a mi derecha, más próxima a ella que yo, enfrentadas en cada esquina de sus mesas, supe claramente que mi papel en la historia de seducción solo podía ser ya el de un mero ayudante de mago.

Gloria se giró levemente hacia mí ofreciéndome sus labios en un beso tierno y breve al tiempo que cruzaba su pierna derecha sobre la izquierda, en ese gesto tan femenino y seductor de las mujeres, dejando que la pequeña faldita expusiera la blancura de su piel  hasta donde los muslos comienzan a perder su nombre.

Mi mano recorrió en una caricia suave el camino de su tobillo al terciopelo de su muslo mientras correspondía con mis labios la humedad de los suyos notando a su vez la inconfundible piel erizada que nacía de sus flujos más sabrosos y perfumados.

Pude imaginar el calor y el palpitar que a poco más de un palmo, bajo la intersección de esos dos mármoles apretados, trataba de contener una explosión ardiente de humedad.

Salió de la caricia y el beso en ese gesto tan femenino y natural de sacudirse el pelo hacia atrás desde la nuca, dejando ver la perfección del cuello,  para alzar  la cabeza con su barbilla apuntando a algún lugar del infinito  cielo cordobés.

-Ya he pedido cariño, tenían un pastelito de nata delicioso, de esos que tanto me gustan. A ti un cortado, como siempre, ¿verdad?

-Si cielo, gracias, ¿que haría yo sin ti?

Nuestra conversación tenía ese tono de complicidad total que tanto nos gusta en el que dos pueden estar  hablando de sexo o incluso haciéndose el amor con la mirada siendo cualquiera el contenido que tengan las palabras.

-Una horita de espera nos toca,…

-Bueno,…, ya sabes,…, No creo que nos vaya a resultar aburrido,…

Gloria había pasado suavemente a posar su mirada en los ojos de ella. Unos ojos profundos y oscuros que se mantenían como espejos sobre los  contrarios.

Unos instantes se convirtieron en segundos,… y su mano recorrió suavemente el escote profundizando con las yemas de los dedos ligeramente más allá de la tela de su vestido marfil al tiempo que sus rosados labios se entreabrían como una flor al despertar el alba.

Con frecuencia los juegos de seducción son tan importantes o más que la propia materialización  de los actos y en la vida swinger estos adquieren un protagonismo especial.

La cotidianeidad de nuestras vidas si bien hace que se perfeccione nuestra relación sexual provoca, a menudo, cierta pérdida del juego de la seducción entre la pareja. Participar como uno solo en este baile de sensaciones es, por si mismo, uno de los estímulos más agradables que se puedan tener y más tratándose del juego entre dos mujeres que llevan marcada a fuego sobre la piel las palabras de la seducción.

Pamela, así la llamaremos desde ahora, era una mujer tan elegante como exótica.

En sus rasgos se adivinaban bellezas orientales y africanas que no llegaban a esconder, sin embargo, esa cultura anglófila de cada uno de sus gestos.

El pecho, henchido en cada respiración profunda, parecía estallar en su vestido entreabriendo las alas de las solapas, mientras su cuerpo comenzaba a manifestar las inquietudes de la carne en movimientos de tensión y  cambio en el acomodo de su asiento que hacían percibir nuevos centímetros de su piel.

Mi mano comenzó a recorrer suavemente la pierna de Gloria de forma delicada y descuidada con el leve roce de las yemas en mis dedos.

A veces me entretenía en lo más elevado de sus muslos jugando con el volante de su falda entre mis dedos mientras ahora le susurraba algo en el oído o le daba un leve beso en el cuello cruzando, de vez en vez, nuestras miradas con la suya.

Gloria Jugaba ahora con sus manos en el pelo, en ese gesto inconfundible de coqueteo circular entre mechones suaves y sedosos. Su blanca piel perfecta contrastaba de una forma excitante con la de ella.

Gloria es mimosa y flexible, con esas curvas que en cada gesto y movimiento acentúan una parte distinta de su poderosa sensualidad. Sus labios, siempre pintados sin pintura, esbozan de forma continua esa sonrisa pícara y lasciva que acompaña la caída de sus ojos, consciente del poder seductor que imprime toda su presencia.

Sin ser una mujer fatal, muy al contrario, su imagen, en cierto modo aniñada, contrasta enormemente con su madurez lo que le confiere un poder especial de atracción del cual es plenamente consciente aun siendo en ella algo tan natural como respirar.

Nuestro amigo, el lector de mapas, continuaba enfrascado en su lectura ajeno totalmente a los perfumes que invadían el aire en nuestro rededor, ignorante de la sensualidad de aquellas dos mujeres que en cada gesto comenzaban a amarse de una forma suave y lenta pero apasionada, proseguía en su empeño de localizar otras obras de arte y monumentos en Córdoba sin percibir la creación de ese arte efímero que estaba teniendo lugar justo en su presencia y en esos momentos.

Gloria me besaba ahora con esa dulzura que te come los labios a pequeños mordiscos acentuada por la nata del pastelillo que delicadamente saboreaba de vez en vez mirándola directamente a sus ojos.

Sus besos, aunque en mis labios, parecían volar y recorrer la breve distancia con los de Pamela que se entreabrían y humedecían con la punta de la lengua como queriendo recoger cada roce de los suyos en el aire,….  acariciando suavemente su pierna en una imaginada conversión de sus dedos en los de Gloria.

Las miradas se volvían cada vez más prolongadas e intensas pasando furtivamente por mis ojos en los suyos  en esa complicidad máxima del trio en que se comienza a compartir la piel y el alma.

Pamela se levantó de la silla, con un gesto tan natural de acomodo de su asiento que el lector de mapas ni tan siquiera percibió, e inclinándose de frente dejó ver profundamente el balcón de sus pechos, mientras se acomodaba la falda ligeramente más corta para volver a sentarse.

Sus rostros quedaron prácticamente enfrentados, a tan pocos centímetros que aún hoy me pregunto como pudieron refrenar el impulso de sus bocas.

Sus alientos se entrecruzaron en esos instantes eternos.

Cuando volvió a sentarse el regalo de su falda dejaba entrever los más escondidos rincones del deseo.

EL juego se prolongó hasta que la tensión no permitió otra cosa que parar o avanzar en terrenos impropios del lugar.

-Bueno amor,  ¿de que estábamos hablando?

-De que hace una mañana radiante cariño

AL cabo, el lector de mapas  levantó la vista y, plegándolos tan cuidadosamente como solo los británicos saben hacer, le explicó a Pamela que por fin había conseguido desentrañar todos los misterios de los monumentos de la ciudad de Córdoba.

Unas cuantas miradas furtivas más adelante Pamela se levantó, no sin volvernos a ofrecer de forma generosa  su maravilloso mundo  interior, y con un leve gesto dijo simplemente.

- Bye, Nice to meet you.

Los vimos partir: cruzar al otro lado de la calle y doblar la esquina más arriba.

Gloria y yo nos miramos sabedores de que nos hubiese encantado poder seguir la historia en otros terrenos y que solo el compromiso de nuestra cita posterior nos había impedido aventurar ese camino.

Inesperadamente vimos como nuestra pamela destacaba de nuevo sobre las cabezas de la gente y como ella se dirigía, con esos pasos tan graciosos que al correr conforman los tacones y las faldas, de nuevo hacia la terraza.

Había olvidado sobre la silla un ligero fular de seda.

- I love you

Sonrió simplemente mientras deslizaba en mi mano una  tarjeta.

“Room 406 Ac Córdoba”