viernes, 30 de marzo de 2012

Los cuentos mágicos (relatos) ACTO V

ACTO V
El olor a mar impregnaba ahora el bosque y se oía cantar a las rocas de los acantilados, el mordiente romper de las olas.
Una leve bruma flotaba en rotos girones entre los árboles y la brisa mecía suavemente las hojas y las ramas en una especie de danza sinuosa que evocaba silencios y gemidos en el aire.
Los labios de la mujer de pelo ensortijado mordisqueaban ahora los míos, jugueteando en las comisuras con su lengua. Notaba el sabor al sexo de Gloria todavía en su boca y rebañé los jugos con la mía degustando el placer de ese sabor a sexo que tanto me excitaba.
Los agradables sabores y olores familiares de Gloria acentuaban más las sensaciones y el placer y mi miembro volvía a crecer en un latido constante de fiebre que hacía fluir la sangre a borbotones hinchandolo, inyectada, hasta marcar todas las venas dilatadas en su piel.
Con los ojos cerrados, las sensaciones en mi cuerpo eran como alfileres que erizasen sus poros en cada leve roce con ese cuerpo magnífico que ahora , sentado sobre mis caderas, se inclinaba rozando mi pecho con esos duros pezones que apenas si rozaban los mios haciendo emerger un caudal de estremecimiento que apenas podía contener el dolor en mi sexo.
Todo era tan lento , tan suave , tan pausado ..., que cada movimiento se convertía en un intenso y profundo instante interminable.
Abrí los ojos y vi a Samantha con sus manos apoyadas en mi pecho y el pelo negro cayendo sobre sus hombros pétreos. Una leve elevación de sus caderas y la punta de mi polla comenzó a jugar suavemente en las caricias de sus labios, lubricando con sus jugos toda la cabeza en un suave ritmo de roces inconfesables que hacían estremecer nuestros cuerpos en un continuo baile de suspiros y jadeos.
Sus ojos miraban fijamente a los míos en un cruce de azabaches incandescentes que expresaban lo que las contenidas palabras no acertaban a pronunciar siquiera.
Mis manos sujetaron firmemente la redondez de sus voluptuosas caderas fijando el movimiento lo justo para que mi poya empujase firmemente la entrada a sus infiernos , notando el ardor de su interior y la presión del estrecho cuello en el grueso glande. Acentué la presión y como un corcho de champagne sentí la entrada en una impulsión potente que replegaba la piel y dejaba el glande al descubierto en su interior.
Un profundo suspiro acompañó la entrada y sus muslos se apretaron en mi torso en un abrazo tan mortal y animal que me obligó a contener la respiración.
El joven se había incorporado a un lado y ofrecía a Samantha una dulce poya, blanca y esbelta, que, en todo su esplendor, introducía en su boca mientras Gloria , aún recostada sobre el musgo , lamia y mordisqueaba sus huevos con auténtico deleite dejando escapar, entre cada chupada y mordisqueo, furtivas miradas de sonrisas cómplices hacia mis ojos.
Un intenso calor invadía nuestros cuerpos y sentía el palpitar de sus nalgas contra mis muslos en un ritmo, cada vez más creciente ,de profundas embestidas.
Gloria se incorporó y apoyando sus manos en los hombros de Samantha con un dulce gesto , comenzó a mordisquear el cuello apartando su pelo a un lado de su cuerpo. La poya del joven repartía ahora su dureza entre los labios y los besos y las lenguas de aquellas dos mujeres. Yo , aferraba firmemente entre mis manos los pechos de Samantha mientras nuestras cinturas bailaban, ahora ,en una profunda penetración sostenida, los ritmos de un roce máximo y magnífico que en movimientos de rotación y de vaivén nos hacían sentir plenamente el calor y la fiebre de nuestros deseos.
Mi mente se había evadido por completo de los recuerdos haitianos.
Invadida de nuevo la noche por el penetrante ambiente sexual de las caricias y los olores y los gemidos que cada vez pedían más de nuevo , la gente parecía cobrar nuevas vidas en una especie de resurrección de los cuerpos tendidos.
Aún parecía quedar bastante para que el alba asomase en su prístino blanquear de las penumbras y las sombras.

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